Carlos Mora (Proyecto Sur Florencia Varela) realiza un panorama de la situación medioambiental al conmemorarse el día internacional de esta causa.
Se hace necesario asociar al Medio Ambiente con el concepto del “Derecho a un ambiente sano” y como causa basada en nuestra Constitución.
Puede notarse que dicho concepto y fundamento no se observa en las prerrogativas bridadas a las actividades extractivas, tales como la minería a cielo abierto, un modelo agropecuario asociado a fumigaciones, la inserción de agrotóxicos en aire, suelos y aguas, tanto superficiales como subterráneas; tampoco a monocultivos forestales, convertidos en desiertos verdes, ni deforestaciones de bosque autóctonos para servir a una depredación sistemática. El concepto de ambiente sano, debe estar mancomunado al derecho a la vida y no al beneficio crematístico, más cuando éste último se emparenta con una muerte saqueadora y contaminante.
Ha llegado la hora de evaluar los costos, internalizando en ellos la vida de nuestros descendientes. Estamos llegando al ocaso de la era del petróleo, es tiempo de balance, cuyo resultado a simple vista nos marca un profundo déficit ambiental desde lo moral, donde los números están en rojo, teñidos de sangre por las luchas del oro negro, pero también por las heridas infringidas al sensible equilibrio natural del que depende el clima y la subsistencia de la humanidad, que junto a la diversidad bilógica hacen posible nuestra efímera estadía a lo largo de una extensa vida planetaria.
El uso de la energía es una cuenta pendiente, por parte del hombre, desde el descubrimiento del fuego. Nuestros ancestros nos enseñaron que: “lo más fácil no siempre es lo más conveniente”, pero entonces: ¿por qué intentamos aplicar lo opuesto al pretender alcanzar satisfacer nuestras necesidades energéticas?
En la actualidad la agricultura industrial y los agronegocios hacen que las grandes producciones cerealeras se direccionen en comida para animales y agro-combustibles, pero aunque algunos riegos se minimicen, estos aportes tecnológicos no hacen más que fortalecer nuevas super-plagas, aumentar el uso de agrotóxicos y el crecimiento de una agricultura sin agricultores.
A pesar de ello la agricultura continúa siendo el primer oficio de mundo y la mitad de la humanidad aun cultiva la tierra, hay que saber que la tres cuarta parte lo realiza a mano. La agricultura es una tradición que en gran parte del mundo se transmite de generación en generación, sudando, trabajando y esforzándose, pues la supervivencia de la humanidad dependerá siempre de ella.
Estas “bolsas de sol”, las recibimos cada día en abundancia, en infinidad de productos, pero tuvimos que buscarla a cientos o miles de metros de profundidad para utilizarla concentrada en forma de petróleo; energía que fuese captada por una infinita cantidad de vegetales hace millones de años, lo obtenemos de manera convencional o, modernamente, a través de la fractura hidráulica; método riesgoso, cortoplacista, cuya experimentación no supera el cuarto de siglo y sus consecuencias ambientales a largo plazo se encuentran ocultas bajo el manto del beneficio inmediato y encandila las decisiones políticas marcadas por el neocolonialismo dominante.
Hoy, esa energía la liberamos alegremente a la atmósfera, sus productos provocan cambios en el clima, aumentan el efecto de invernadero que nos permitiera crecer como especie. Pero éste se ha vuelto en nuestra contra en forma de fenómenos atmosféricos extremos.
Sepamos que, solo desde el Sol, recibimos diariamente 13 mil veces más de energía de la que consumimos. Que nuestra Patagonia posee una potencialidad en energía eólica incalculable, nuestros vientos del sur contienen los tres condimentos necesarios: dirección, constancia y velocidad.
Continuamos basados en la matriz petrolera del devaluado sistema económico global, que sufre en sus órganos una metástasis letal de la debemos poder salir. Utilizando nuevas ideaciones, basadas en energías renovables, conseguiremos disipar esta profunda huella, antes que se desvanezcan nuestras posibilidades y las de poder garantizar una vida digna para las próximas generaciones.
*Carlos Mora es Licenciado en Gestión ambiental, Docente en los tres niveles de la educación.
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