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A las compañeras y compañeros de Proyecto Sur

Carta abierta a todos los militantes de Proyecto Sur.

Raul Heredia, Proyecto Sur Trelew

Trelew, 14 de mayo de 2013. He meditado acerca del acuerdo entre el compañero Pino SOLANAS y Elisa CARRIÓ. Conozco que hay diferencias y resistencias al respecto. Yo mismo he dudado de la corrección del mismo. En verdad, yo estuve entusiasmado con la dimensión nacional del Proyecto que entendía debía ir consolidándose con el tiempo y la militancia, en un desarrollo progresivo que lo plantara como alternativa de poder a los aparatos del PJ y de la UCR. Necesitaba tiempo, esfuerzo, militancia: no era para una o dos elecciones sino para ir capitalizando adhesiones y votos, en la construcción de poder.

El acuerdo o alianza de que trato tiene un eje, a mi juicio, que lo torna legítimo. Es el referido a la dimensión ética de la política. Son los dos dirigentes notables que han efectuado denuncias y han probado actos de corrupción inigualables en la historia del país, que ya padece una corrupción estructural que significa que ha penetrado a los tres poderes del Estado, a las organizaciones sindicales, empresariales, entidades intermedias, clubes, cooperativas, las fuerzas armadas, las de seguridad, policiales, pero que anida también en la sociedad civil.

La corrupción es un instrumento de la dominación imperial –el capitalismo en su estadio más hegemónico y más perverso, que invade países y mata inocentes-, como lo fueron el partido militar, la deuda externa y la enajenación del patrimonio de los argentinos en forma vil. A través de ella, el país está en venta por monedas atrás de las cuales van los mayores dirigentes políticos, empresariales y sindicales. Esto explica que ahora hayan venido por la tierra, el agua y los recursos estratégicos de la Nación.

Frente a este panorama –que sintetizo, desde luego- resulta imperioso encontrar los caminos que nos lleven a la posibilidad en concreto de librar una batalla en contra de los aparatos del poder, que son cuando menos cómplices. Argentina está penetrada ya fuertemente por los negocios del narcotráfico, del contrabando de armas, del tráfico de personas y de lavado de dinero. Y las dirigencias –las gobernantes y las de oposición- son incapaces de encarar lo que debería ser una guerra decisiva para hacer cesar la degradación permanente especialmente de nuestros niños, niñas y adolescentes que sufren en carne propia las consecuencias de esa situación. Ciertamente, a la incapacidad evidente de una dirigencia mediocre, se le suman los asociados a esos negocios, que han permitido y hasta fomentado la penetración de esos negocios.
Desde aquél “que se vayan todos”, las dirigencias políticas –que fueron sus destinatarias- han logrado reciclarse especialmente a través de la actitud frente a la gente del ex presidente Kirchner, quien oxigenó a todos. Y hábilmente, han desplazado sus responsabilidades hacia los jueces -que tienen culpas superlativas, claro está-, que son ahora actores principales, puestos en ese sitio por el discurso político y mediático que lo amplifica, a los que se les asigna la culpa de no ocuparse de enfrentar aquellos males –el narco y la delincuencia en general-, porque son “garantistas” y no aplican la mano dura. La pretenciosa reforma llamada “democratización” de la justicia se ha proyectado desde ese discurso anti jueces para enmascarar propósitos espurios. En verdad, nada de lo proyectado tiene algo que ver con una idea seria y rigurosa de democratización del poder judicial, sin duda absolutamente necesaria, sino todo lo contrario.

A esta altura, debo decir estas dos cosas: primero, he entendido desde hace mucho tiempo que el compañero Pino SOLANAS es un genuino peronista, histórico, el último que puede nombrarse de ese modo en ese nivel dirigencial. Y que sus propuestas son verdaderamente estratégicas para recuperar una Nación soberana, libre y justa. Sé de sus luchas –que le han costado consecuencias, como todos sabemos- y su coherencia a lo largo del tiempo. Y de su apego a los mejores principios de la doctrina de Perón. Del mismo modo, me resulta incuestionable su claro y definitivo enfrentamiento al “pejotismo”, cuya destrucción es una tarea histórica revolucionaria a cumplir porque se ha convertido en un aparato -acaso mafioso- de construcción de poder sin ningún límite ni principios doctrinarios ni éticos. En segundo lugar, la doctora Elisa CARRIÓ exhibe una coherencia en sus denuncias, muchas de ellas de anticipación luego confirmadas, que ha sufrido ataques a su persona que procuran descalificar su discurso y actitud frente al poder. Se ha situado como una abanderada de expresar sin temores ni atajos ni eufemismos verdades que desnudan negocios ilegítimos del poder, complicidades, pactos y traiciones. Expresa, así, una importante dimensión ética. Que yo conozca, no pueden emularla en esa dimensión y en su coraje otros dirigentes. Es la voz más alta que se ha escuchado para denunciar la corrupción, que se suma a los aportes constantes y valientes del compañero Pino SOLANAS.

Creo, sin embargo, que la doctora CARRIÓ tiene un discurso algo soberbio, que se dirige al pueblo desde un pedestal, como una vanguardia esclarecida y vidente, pretendiendo que aún no entiende su significación como dirigente política, atrapado por los aparatos que aprovechan sus desconocimientos y confusiones. Suele escapársele frases que quedarían mejor en gorilas históricos; es del todo claro que ella no es peronista –y esto no sería un obstáculo- que puede incluso exhibir un antiperonismo clásico. La he escuchado decir que el peronismo es pura acción, sin principios y que por esto es absurdo (Hora Clave, domingo 12 de mayo de 2013). Y le llama deliberadamente peronismo al menemato, al duhaldismo y al kirchnerismo. Los peronistas genuinos sabemos que esto no es exacto, que una cosa es el aparato montado para construir poder de cualquier manera y muy otra los principios del peronismo, que no solo existen sino que sobre su base se construyó la formidable revolución que lideraron Perón y Eva Perón.

Perón tuvo en claro como nadie que debía constituir una Nación con vocación continental industrial –y por esto el ABC, que no pudo ser-. En el pequeño libro “Desde el poder al exilio”, afirmó (cito de memoria) “cuando llegamos al poder ni el alfiler de la costurera se fabricaba en Argentina; había un Ministerio para cuidar de las vacas pero ninguno para cuidar del hombre…Cuando fuimos derrocados, surcaba el aire el primer avión a reacción producido en América Latina, y solo había otros tres países en el mundo que contaban con uno similar…” Ello ocurrió porque Argentina tenía un gobierno patriótico y era un país en desarrollo. En 1950 se fundó la CNEA, que luego se encargaron los traidores a la Patria de despotenciar. Y su gobierno incorporó en la Constitución de 1949 y concretó en la realidad lo que se llamó “constitucionalismo social”, que las constituciones provinciales de las nuevas provincias –impulso de Perón- repitieron en muchos casos y que recién arribó a la Constitución vigente, sintetizado, en 1994 específicamente a través de la llamada “nueva cláusula del progreso” (Artículo 75, inciso 19) -que podría adoptarse como un programa de gobierno, que la doctora CARRIÓ autoelogia habiendo integrado la Convención Constituyente-. Y elevó a dogma ético político sin igual el mandato “los únicos privilegiados son los niños”, del que se han “olvidado” los “peronistas” del pejotismo, los que gobernaron y gobiernan la Nación y los que gobernaron y gobiernan las provincias. Ahora se ocupan apresuradamente de entregar los recursos hidrocarburíferos, gasíferos y minerales de todo tipo, asociarse con las multinacionales del saqueo y la contaminación y de reprimir las resistencias legítimas de los pueblos que no consienten la dominación ni la contaminación, como el reciente caso de Famatina. Y son los instigadores de los archivos de causas penales por jueces cómplices, que no investigan, por ejemplo, la muerte de dieciséis dirigentes de pueblos originarios en accidentes de tránsito ocurridos en los últimos años, toda una casualidad.

Creo, pues, que el discurso ético es el correcto, el que hay que proclamar insistentemente hasta que la corrupción comience a ser una preocupación prioritaria de los argentinos. Que a los principios, habrá que añadirle la construcción de una alternativa real de poder, en esa dirección y con tal contenido esencial. Acaso, una de las tareas del compañero Pino SOLANAS, entre tantas responsabilidades que afronta y deberá afrontar, sea la de convencer a la doctora CARRIÓ que el pueblo, en gran mayoría, no ha olvidado la obra de Juan Perón y de Eva Perón, y que no podrá conquistar votos si reiteradamente niega la revolución peronista y emplea argumentos de los gorilas históricos. Apelando a la sólida cultura que ella ostenta, siendo la gran lectora que es, podría recomendarle que lea al Perón estadista y los discursos con los cuales “Evita” se dirigía al pueblo. Aprendería que nunca lo agredió, que siempre lo amó, por ello “abanderada de los humildes”. Hay que sentirse parte de ese pueblo para servirlo y no para desprestigiarlo por ignorante. Abrazos.

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