El 27 de octubre de 2019 fue un día trascendental para todos los argentinos, porque se hizo realidad el fin del insoportable ciclo macrista. Por Juan Massini
El 27 de octubre de 2019 fue un día trascendental para todos los argentinos, porque se hizo realidad el fin del insoportable ciclo macrista. Y puede serlo más, por las oportunidades que se nos pueden ir presentando a partir del gobierno de Alberto Ángel FERNÁNDEZ.
Detengámonos un instante y miremos el camino recorrido, porque sabiendo de dónde venimos, podemos juzgar si estamos encaminados.
Las derrotas electorales de 2015 y 2017 y la astuta manipulación de los hilos del poder oficialista, mantenían al peronismo diezmado. Sus dirigentes disimulaban su desconcierto señalando culpas ajenas, nunca propias. Algunos de ellos, (integrantes del llamado “Peronismo Federal”) abandonaron su rol opositor y decidieron “cogobernar” (en palabras de Duhalde), lo que les valió el dudoso “premio” de ser identificados como “republicanos”.
Cristina, entronizada por el gobierno y la mayoría de los medios como la principal opositora, estaba sin embargo, cercada por jueces, fiscales, y la misma mayoría del periodismo, todos encolumnados con los amarillos. Se pretendió así montar la trampa perfecta: con Cristina candidata a presidente íbamos camino a repetir el caso Lula.
Entre tanto, Macri y su “mejor equipo” flotaban mansamente en su no gobierno, blindados por los mismos que demonizaban a la oposición con insólita eficacia. A tal punto que la crisis cambiaria que explotó en las manos del macrismo, en diciembre de 2018, no modificó los porcentajes en las encuestas, que seguían dándolo ganador en una eventual contienda electoral.
Es que en la vereda de enfrente no había nada: el amasijo peronista dudaba en aceptar el verticalismo que impondría su versión kirchnerista, y la candidatura de Cristina, que medía alto pero mostraba un también alto nivel de rechazo. Así las cosas, había Macri para rato.
Superando el “no se puede”, o el “somos nadie”, una voz empezó a escucharse entonces, llamando a la unidad del campo nacional para construir un “Frente Patriótico”, cuyo primer objetivo debía ser desalojar del gobierno al proyecto neocolonial, cuyo “mascarón de proa” es Cambiemos, y que pronto obtuvo el eco que merecía. Fue la de Pino SOLANAS, el primero que levantó esa bandera, superando las propias dudas y optando por apoyarse en el sector frentista de su partido, el Movimiento Proyecto Sur.
El siguiente momento en la construcción de la unidad y del triunfo fue definitivamente bisagra: el anuncio de Cristina de dar un paso atrás y anteponer la candidatura presidencial de Alberto, una movida de alto valor estratégico, alineó a la oposición, la corrió a ella misma de la mira, sin retirarla del juego y, en definitiva, hizo volar por los aires al “tercer espacio peronista” (el llamado “federal”) que al dividir nuevamente al campo nacional, le hubiera provocado una nueva derrota, como en 2015 y 2017.
La frutilla del postre fue sin duda la incorporación al Frente de Todos de Sergio MASSA, referente principal del Frente Renovador y del mismo “peronismo federal”, completando la “foto” de la unidad que la gente venía reclamando. En la vereda de enfrente quedó la “Alternativa Federal” de Lavagna-Urtubey, que terminó afectando al macrismo, seguramente por el perfil de los candidatos, revirtiendo en derrota los triunfos que venía consiguiendo el entonces oficialismo.
Una primera reflexión me lleva a aceptar como positivo que el cambio de mando se hiciera conforme a derecho, en la medida que ello implica un compromiso colectivo hacia el futuro, ya que lo que el periodismo levantó como “mérito” macrista, no lo es menos, en todo caso, de la oposición, es decir, del tan denostado “peronismo” y sus aliados. Un peronismo que, una vez más, recuperó el gobierno de la mano del pueblo. Éste, tomando evidente protagonismo en las jornadas de agosto y octubre de 2019, volvió a irrumpir en nuestra historia y mostró una conducta muy superior a la de muchos de sus autotitulados dirigentes, cuyo paradigma notable fue la reciente movilización en Mendoza por la Ley 7722, de Prohibición del uso de sustancias tóxicas en la minería e industria metalíferas.
Pero la consecuencia más importante de la victoria obtenida es, probablemente, el rescate de la unidad como concepto valioso, que es tanto como la recuperación de la política en su sentido más elevado (porque ¿cómo se avanza hacia alguna parte en el estado de confrontación permanente sobre el que “Cambiemos” construyó su poder tránsfuga?) y su transformación de estrategia de campaña a política de estado. Es que la unidad fue la clave de la victoria y también es la fórmula del sostenimiento del gobierno de Alberto (y de los que vengan): unidad de la pluralidad para la reconstrucción del Proyecto Nacional.
Dicho de otro modo: la oposición es tan parte del sistema como el gobierno mismo, y “Cambiemos” no es una verdadera oposición, o sea, no es una alternativa nacional, es un “caballo de Troya” que ha quedado agazapado, esperando nos quedemos dormidos para retomar el ciclo vicioso de la discontinuidad. La próxima tarea de la política es, pues, también construir una oposición legítima, que proponga un camino diferenciado para llegar al punto común, el Proyecto Nacional, sostenido en un ciclo virtuoso de continuidades. Una oposición que tenga “valor y valores”, tantos como los que debe tener el buen gobierno, justamente los que le faltaron y faltan a Macri, como bien señalara en estos días la agrupación “Radicalismo Auténtico”.
Valor y valores que se vislumbran en la sobriedad y solidez que ha venido mostrando Alberto FERNÁNDEZ, desde un lugar clave como es la presidencia de la nación. Valor y valores del que deben dar ejemplo particularmente los hombres públicos, reconociendo y premiando el valor y los valores de los “otros”, por ejemplo.
Y cada uno de esos “otros”, desde cada uno de nuestros lugares, debemos estar dispuestos a sostener con “valor”, esos mismos “valores”. Mariano Moreno, Secretario de Guerra y Gobierno de la Junta Provisional de 1810, escribió hace más de doscientos años palabras que bien pueden aplicarse a nuestra preocupante actualidad: “si los pueblos no se ilustran, si no se vulgarizan sus derechos, si cada hombre no conoce lo que vale, lo que puede y lo que se le debe, nuevas ilusiones sucederán a las antiguas, y después de vacilar algún tiempo entre mil incertidumbres, será tal vez nuestra suerte mudar de tiranos, sin destruir la tiranía…”
De los héroes que forjaron la Argentina, de nuestra propia cultura, podemos recuperar muchos de los ejemplos que necesitamos para entender nuestro complejo presente y encarar un futuro que ha de ser venturoso. Si queremos encararlo, y nos atrevemos a hacerlo.
Por Juan Massini
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