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Bombita Mélenchon

Fuente Revista Crisis. Triplicó los votos del socialismo tradicional. Logró ubicarse entre los cuatro candidatos que se repartieron en partes casi iguales al electorado francés.

Triplicó los votos del socialismo tradicional. Logró ubicarse entre los cuatro candidatos que se repartieron en partes casi iguales al electorado francés. Y mejoró notablemente su propia performance de 2012, gracias a la decisión de quemar las naves y renovar el discurso. Durante la campaña, se enfrentó a las elites en un videojuego y creció utilizando las armas de la alt-right. La apasionante historia de un político que supo convertirse en holograma, para relanzar a la izquierda en el siglo XXI.

Todo empezó en las presidenciales francesas de 2012, cuando Jean-Luc Mélenchon dejó atrás treinta años de militancia Socialista, fundó el Partido de Izquierda y articuló un frente con el PC y otras fuerzas críticas de la globalización neoliberal. Gracias a sus dotes de orador, una especie de Jean Jaurès resucitado, durante meses fue la sensación de aquella campaña electoral que terminó por consagrar como presidente a François Hollande.

A tres semanas del comicio, con un programa que convocaba a refundar la izquierda desde la ecología política y la crítica del desarrollismo productivista, el candidato aparecía con más de 18 por ciento de intensión de voto y estaba muy cerca de llegar a la segunda vuelta que finalmente disputaron Hollande y Sarkozy. Pero esas últimas tres semanas el fervor militante lucía agotado después de decenas de actos masivos. Y los medios, a los que Mélenchon había despreciado a lo largo de toda la campaña, llamándolos “la segunda piel del sistema que vamos a sepultar”, se tomaron revancha.

Mélenchon, un dirigente vivo, rosquero y formado por encima de la media, quedó confinado por sus rivales al rincón de los nostálgicos del comunismo. Para exacerbarlo, bastaba mostrar las imágenes de sus actos de cierre de campaña, repletos de banderas rojas de la ex URSS, viejos militantes comunistas en las primeras filas, y la infaltable entonación (siempre sobre el cierre) de la marchita oficial de los obreros desde el siglo XIX: La Internacional.

Para coronar aquella discreta participación, el candidato del Frente de Izquierda quedó relegado detrás de Hollande, Sarkozy y, la peor de las humillaciones, detrás de Marine Le Pen, que se llevó una parte sustancial de los votos de los sectores populares que en otras épocas supo movilizar la izquierda. Un porcentaje muy alto de jóvenes y obreros directamente no fueron a votar.

lucha de clases en la web

Después de ese cómodo y calentito lugar con el once por ciento de los votos, el Partido de Izquierda, y en particular el propio Mélenchon, se propusieron hacer todo lo necesario, y más, para que la historia no se repita en 2017. La apuesta sería construir un populismo de izquierda contra el populismo de derecha de Marine Le Pen, y apelar masivamente al voto de los desencantados con la política representativa que desde hace años alternan el PS y Los Republicanos.

El nuevo movimiento creado por Mélenchon se tituló "Francia Insumisa". Su programa se concentró en visibilizar y criticar  a "la casta", "esa oligarquía formada por los que se creen más importantes que el pueblo". Según los insumisos la fuerza del pueblo debe deshacerse de la casta en las urnas, antes que lo haga el neofascismo del Frente Nacional.

El patético sarkozysmo con rostro humano que marcó el ritmo de la presidencia de Hollande y los infinitos casos de corrupción que gangrenaron a los Republicanos, terminaron dándole la razón. Los dos partidos históricos que habían manejado los hilos de la Quinta República se desmoronaron durante la última campaña y anoche se quedaron afuera de la segunda vuelta. Los insumisos pretendían evitar lo que venía sucediendo desde hace años: solo Marine Le Pen capitalizaba el sentimiento antipolítico de las mayorías, y había grandes chances de que esta vez se llevara todo.

Para hacer circular su mensaje, Mélenchon se transformó en un puñado de meses en un profeta cool de la política digital. Con la ayuda de un grupo de jóvenes nerds conducidos por Sophia Chikirou, su directora de comunicación, construyó el principal canal político de Youtube francés con más de 400 mil abonados, un perfil de Facebook y una cuenta de Twitter que tienen más de un millón de seguidores cada uno y, sobre todo, lanzó hace poco más de un año una plataforma digital que reemplazó y redefinió la militancia de los partidos de izquierda franceses.

Chikirou hizo observación participante en las últimas elecciones presidenciales en Estados Unidos y de allí se trajo la posta: el CMS (Content Management System), una de las plataformas que se convirtieron en herramientas indispensables para gestionar campañas electorales y que, estratégicamente utilizadas, pueden transformar una candidatura en un movimiento comunitario y militante. Chau partido.

todo el poder al call center

Más de 400 mil personas se inscribieron a cambio de ceder sus datos en la plataforma y comenzaron a recibir información para militar, kits de pancartas y banderas para llevar a los actos, panfletos para difundir contenidos del programa del candidato, recomendaciones para organizar colectivos y reuniones públicas, directivas para avanzar con la campaña puerta a puerta, el timbreo y organizar llamados o wasapeos masivos. Además, buena parte de esa multitud se convirtió en micro-donantes que financiaron la campaña.

La plataforma jlm2017.fr se organizó en paralelo con la construcción de medios de comunicación propios como los utilizados en España por Podemos. La Tuerka de Mélenchon se llamó primero “Pas vu à la télé” (En la tele no lo pasaron) y luego “La revue de la semaine” (El semanario), con una estética despojada que apuesta a la complicidad y cercanía copiando el estilo de los youtubers. Las banderas rojas, el rechazo a participar de los talk shows televisivos y las consignas clásicas de la izquierda salieron de la escena para siempre.

Pocos meses más tarde, llegó la que sería la mayor innovación de su campaña. Mélenchon recibió el apoyo explícito de un ejército de tres mil activistas autorganizados en la web a partir de la aplicación gratuita Discord, una herramienta digital que le permite a diferentes personas, en general jóvenes de entre 18 y 25 años, agruparse en torno a un tema común y conversar, pero también organizarse como un call center autónomo. Un modelo de agitación troll muy utilizado hasta entonces por los ciber-simpatizantes del Frente Nacional, que lo copiaron de la campaña en redes de Donald Trump, y que Los Insumisos se apropiaron para la estrategia de su movimiento: desmentir los discursos difamatorios u opositores a su candidato, bancarlo con likes o retwitteos que influyen en los algoritmos de Facebook, Twitter, Google o Youtube, pero sin dejar de aprovechar cada oportunidad para hacer visible alguna de las propuestas de su programa gracias a un meme, un video corto por lo general chistoso, una imagen con impacto que pueda ser compartida o retwitteada miles de veces.

En actividad permanente, con picos de conexión por las noches, cualquiera de los tres mil miembros del grupo puede proponer una idea o un proyecto para defender las propuestas de su candidato o atacar a sus rivales: manuales de militancia en Twitter que abarcan desde aspectos básicos hasta estratégicos sobre cómo infiltrar un hashtag adverso, consejos para que los militantes digitales puedan camuflarse sin ser descubiertos en otras comunidades opositoras, un comité de ayuda permanente para responder ataques en las redes sociales, organizarse para comentar masivamente con argumentos del programa los foros de los diarios o radios cuando atacan a su candidato. La guerrilla digital se fue consolidando y profesionalizando con el paso de las semanas. Por diferentes vías pusieron a circular documentos con “Nuestra estrategia para convencer”, “Argumentos” y sobre todo “Comparativos de los programas de los candidatos”, todos diseñados para infiltrar discusiones candentes en las redes y foros de los diferentes medios de comunicación.

like la Internacional

Sophia Chikirou, la directora de comunicación de Mélenchon, pasó varios meses acompañando las campañas de Podemos en España y en especial la de Bernie Sanders en Estados Unidos. En una entrevista reciente cuenta que así aprendió los mecanismos que pueden hacer virar un voto social-liberal o conservador hacia un voto de ruptura, para traducir el evidente rechazo del sistema en un cambio potencialmente radical, algo que les faltó en 2012 y que esta vez, si bien no alcanzó para llegar a segunda vuelta, les funcionó.

¿La enseñanza principal de Sanders? Mantener siempre el foco en sus temas de campaña, imponer sus propuestas en el debate, evitar las polémicas. Y, claro, el uso de mecanismos novedosos para hacer rendir al máximo la campaña vía mails, redes sociales o teléfono: sostener el contacto directo con los “simpatizantes”. Una estrategia que Mélenchon retomó para movilizar a cientos de miles de activistas aislados en torno a una serie de objetivos predefinidos.

Para las últimas semanas los Insumisos se reservaron algunas acciones novedosas que le permitieron a Mélenchon aparecer en los medios como el candidato que había generado las ideas más innovadoras o extravagantes durante la campaña. El 5 de febrero encabezó un acto en Lyon que fue replicado en una sala repleta en París, donde un “holograma” del candidato daba su discurso en simultaneo. En ambas ciudades sala llena, en un caso para escuchar al líder de carne y hueso, en el otro al “holonchon”. El 18 de abril, a cinco días de la primera vuelta, repitieron el experimento, pero esta vez en siete ciudades. Mélenchon habló ese día al mismo tiempo para siete microestadios colmados, el de carne y hueso esta vez en Dijon, los seis “holonchones” replicaron el discurso en otras tantas ciudades distribuidas por todo el país.

El call center de los insumisos también se guardó para los últimos días el lanzamiento de un videojuego gratuito que se viralizó en las redes y especialmente entre los más jóvenes. “Fiscal Combat” es una suerte de Mortal Combat electoral en el que Mélenchon pelea contra la casta conformada por grandes empresarios y banqueros, dirigentes políticos de los principales partidos y organismos internacionales, la directora del FMI o un ex ministro condenado por corrupción. Para avanzar y sumar puntos los sacude con una toma que les hace derramar billetes en un pozo común que administrará cuando llegue al poder.

Esta estrategia inédita en las campañas francesas, que también hizo balance y reapropiación de los usos que los trolls de la alt-right le imprimieron a la ofensiva digital de Trump, le permitió a Mélenchon desviar la atención de las críticas, transformarse en una de las cuatro fuerzas que ahora se reparten en partes casi simétricas el electorado, quedar muy cerca de duplicar el score que había obtenido en 2012 y captar el voto de una amplia franja de jóvenes y desencantados del PS. Los Insumisos prometieron develar públicamente cómo construyeron su campaña digital unos días después de la segunda vuelta. Habrá que esperar hasta entonces para comprender los secretos de este nuevo juego de oligarcas vs hackers.

lo que viene

El inesperado segundo puesto de Le Pen, que todos esperaban llegara primera, y la excelente performance de Francia Insumisa, que triplicó al PS, deja esta vez un sabor menos amargo de cara a la segunda vuelta y las legislativas de junio.

La inteligencia del ala más liberal del Socialismo fue haber anticipado el derrumbe doce meses antes de las elecciones, y volcar el eje del debate político de la división izquierda-derecha al clivaje progresistas vs conservadores. Y, por supuesto, traicionar a su candidato para apoyar a Emmanuel Macron, el joven ex ministro de economía de Hollande que se hizo millonario trabajando para la banca financiera y lanzó su movimiento-empresa, En Marcha, una start-up que conduce como jefe y cabeza de góndola al mismo tiempo. La hipótesis de En Marcha fue que en pocos meses podían servirse de la web y las teorías del management para crear un nuevo monopolio en un mercado político en demolición. Para conseguirlo necesitaban financiamientos de peso, apoyo del establishment financiero y europeo, así como el especial cariño de la prensa mainstream. Con poco más del 23 por ciento de los votos, una enorme oportunidad se le abrió al candidato más mimado por los mercados y el foro de Davos, que disputará la presidencia con Marine Le Pen.

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