El líder de Proyecto Sur analiza la situación del Famatina y realza la lucha ambientalista contra la política entreguista de la provincia.
Buena parte del país padece una gravísima sequia. Falta agua, el recurso insustituible para la naturaleza y la vida. Los ríos de llanura no tienen el caudal de antes, las lagunas se reducen. Es la consecuencia del cambio climático con sus secuelas de desertificación, inundaciones y hambrunas. La dirigencia mundial desoye la advertencia de la última
cumbre ambiental de Copenhagen: al ritmo actual y en pocos años, la temperatura del planeta aumentará otro grado provocando la muerte de millones de personas. Como consecuencia del calentamiento global, nuestros glaciares se han reducido un 30% y son la principal fuente de agua potable donde nacen los complejos sistemas hídricos que hacen crecer los humedales y acuíferos subterráneos y los ríos que van hacia el Atlántico. En este delicado escenario, se sigue permitiendo la megaminería a cielo abierto que contribuye a la reducción de los glaciales y al cambio climático. Se trata de una minería bélica por sus métodos depredadores: a diario se dinamitan los cerros y la nube de polvo mineralizado desciende hacia los valles contaminando cultivos y arroyos.
A pesar de todo lo dicho y escrito sobre el tema, otra vez las poblaciones de Famatina y Chilecito tuvieron que movilizarse en defensa del agua por la amenaza de una nueva explotación minera. El gobernador Beder Herrera había manifestado “en la Rioja no alcanza el agua para hacer agricultura y minería al mismo tiempo”. Su decidido apoyo al proyecto de la transnacional canadiense Osisko Mining Corporation señala que optó por condenar la agricultura. El 2 de enero los vecinos cortaron el camino de acceso al cerro y Beder mandó su policía de elite para desalojarlos, a la vez que ocho vecinos fueron citados al juzgado para su indagatoria. Ante el peligro de un desalojo, viajamos con la ex diputada Fernanda Reyes y el abogado ambientalista Enrique Viale. Lo que vimos no era un corte, sino una pueblada. Bajo el lema “el Famatina no se toca” estaban los productores rurales, trabajadores, comerciantes, profesores, alumnos, amas de casa, el párroco y el intendente. Unidos en defensa del agua y los glaciares, los vecinos y ambientalistas impusieron con sus luchas una consigna que se hizo nacional: “el agua vale mas que el oro”.
El proyecto Osisko es tan parecido al presentado años atrás por Barrick Gold -abandonado ante la resistencia de las asambleas ciudadanas y las poblaciones - que no sería extraño si perteneciera a los mismos grupos financieros transnacionales. Recordemos que quienes manejan el 76% del paquete accionario de Barrick – yacimientos de Veladero y Pascua Lama- son los dueños de los mayores complejos auríferos de la Argentina: Bajo la Alumbrera y Cerro Negro, de la Gold Corp y Cerro Vanguardia de Anglo Gold Asanthi. Su poder no termina allí: poseen un tercio de las petroleras que operan en Malvinas.
La sed de oro no repara en nada. La contaminación no es solo ambiental sino política e institucional. El sueño de la quimera del oro comienza con “atenciones” a funcionarios y la promesa de millonarios beneficios y termina con tareas de inteligencia y represión: patotas patronales y desalojos brutales como sucedió ya en Chilecito, Famatina y Andalgalá. Un informe administrativo de la minera Osisko revela la impunidad de sus planes: incluye consejos para evadir impuestos y una lista de los principales “cabecillas” opositores al proyecto. El primero de la lista es el productor agropecuario Paulo Dalessandro caracterizado como “mafia”. “En este valle –nos dijo- somos decenas de productores que cultivamos cerca de 1800 hectáreas y producimos una de las mejores nueces del país: si se reduce o contamina el agua, pasará lo de San Juan o Catamarca”.
La minería a cielo abierto con cianuro le produjo graves daños a su producción agrícola. Hoy en San Juan el caudal de los ríos es de un tercio del que tenían y los productores vitivinícolas hacen responsables a los mega-yacimientos de Veladero y Casposo. En Catamarca, el Humedal del Arenal al pie de la mina Bajo la Alumbrera, descendió 20 metros de su nivel. Durante 15 años, Alumbrera le sacó 80 a 100 millones de litros por día: es agua mineral de extrema pureza decantada durante siglos. La producción de pimientos y cultivos selectos de Santa María sufrió el impacto y cientos de pequeños agricultores quedaron en la ruina. ¿Hasta cuando se permitirá la megaminería que contamina las napas de agua y contribuye a la tragedia del cambio climático?.
Allí donde esté amenazada el agua y los bienes naturales, estaremos promoviendo la mayor unidad en su defensa. Todas las fuerzas políticas y sociales -trabajadores, estudiantes, sindicatos, productores, intelectuales y artistas- debemos asumir el compromiso de construir un gran frente nacional por la defensa del agua y la prohibición de la megaminería: el agua vale más que cualquier diferencia.
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