El pasado domingo culminó una etapa política, en un escenario que pocos veían probable hace menos de un año. Por redacción Infosur.
El pasado domingo culminó una etapa política, en un escenario que pocos veían probable hace menos de un año. La alianza constituida por Mauricio Macri fue claramente derrotada en las elecciones generales. No hubo balotaje, y aunque logró recortar la distancia con el Frente de Todos en las PASO, no le alcanzó.
La presidencia de Macri será recordada, por los que lo valoran positivamente, como el primer mandatario no peronista que termina su mandato, desde Marcelo T. de Alvear en 1928 (un único y pobre logro de gestión, llegar a su final, aunque con la lengua afuera
Otros recordaremos la presidencia Macri como el gobierno que aceleró vertiginosamente el crecimiento de la pobreza, el desempleo, que generó una impresionante pérdida de poder adquisitivo, un endeudamiento voraz, que generó mayor concentración de riqueza, negocios para pocos, mientras nos prometía que todo iba a empezar a mejorar. Eso sin contar con las reformas a la carta del FMI y EEUU, como el caso de la previsional y la laboral, que fueron frenadas por la capacidad de organización y resistencia con que aún contamos.
Abundan las estadísticas negativas que explican cómo una fracción política que cuenta con todo el poder del Estado y que compite contra frentes en “el llano” corriendo con el caballo del comisario, no logró imponerse en las elecciones para renovar su mandato. Pero este cambio de signo político no es solamente el resultado de un pésimo gobierno.
La gestación de esta nueva mayoría se precipitó con el gesto político de Cristina Fernández de Kirchner, que hizo lo que estaban pidiendo los dirigentes, las bases, la sociedad. Cristina hizo algo distinto a todo lo que se venía haciendo en política electoral desde hace años.Se bajó de la carrera por la presidencia siendo la dirigente que lideraba las encuestas, pero además, no se apartó del armado político.
Que ella haya decidido ser candidata a la vicepresidencia permitió retener las adhesiones de los amplios sectores que se referencian en su espacio, a la vez que la elección de Alberto Fernández como el que encabezaría la fórmula dio al espacio la amplitud necesaria como para poder gestar esta nueva mayoría que gobernará la Argentina los próximos cuatro años.
Pero el camino de la unidad había comenzado a gestarse un tiempo antes desde múltiples sectores. El Movimiento Proyecto Sur, liderado por Fernando “Pino” Solanas, fue parte fundacional de ese proceso. Luego de la llegada de Macri al poder, ganó peso en las filas de Proyecto Sur la idea de que había que evolucionar de las posiciones anteriores. Que para parar la nueva intentona neoliberal era necesario dejar las diferencias de lado, con aquellos sectores con los que se coincidiera que la principal contradicción, el principal enemigo (político) era Mauricio Macri. No fue un proceso sencillo para el partido, que tuvo que soportar críticas, internas y externas y algún desprendimiento de aquellos dirigentes que lamentablemente no entendieron el cambio de etapa.
Luego de un arduo debate, el Partido decidió que se tenía que participar del recordado encuentro de “La Pedrera” en la provincia de San Luis, donde el gobernador anfitrión Alberto Rodríguez Saá logró reunir a diversos sectores que empezaban a dialogar sobre la posible construcción común.
Entonces fue que Fernando “Pino” Solanas comenzó a hacer pública la posición, a insistir, en cada espacio, reunión, canal y medio, que el norte era lo que se dio el nombre de “Frente Patriótico”, ese germen inicial del Frente de Todos que comenzó a ganar en adhesiones, al que se le empezó a buscar la vuelta. El senador de Proyecto Sur se encargó de enfatizar que este Frente Único debía ser estrictamente sin exclusiones, utilizando la figura de la emergencia en que se encontraba el país ante la posibilidad concreta de cuatro años más de Cambiemos en el poder.
Se multiplicaron los encuentros entre Proyecto Sur y fuerzas con las que se había tenido distancia, por la oposición mantenida durante los gobiernos kirchneristas. Luego vino el gran acto en la Facultad de Medicina organizado por la fuerza que comanda Solanas del que participaron todos los sectores que terminarían constituyendo el frente que venció en las elecciones.
Poco tiempo antes del vencimiento del plazo para la presentación de las alianzas, sucede el renunciamiento de Cristina y la elección de Alberto como el dirigente que encabezaría la lista, y el resto es historia conocida.
Se impone ahora entender ahora el cambio de etapa, hacer carne la necesidad de poder cumplir con el anhelo de una sociedad que necesita un gobierno que entienda lo mucho que nos costaron estos últimos cuatro años.
Es una necesidad que el presidente Alberto Fernández negocie desde una posición soberana con los acreedores de la Argentina, y logre estabilizar la desastrosa situación económica, para generar un mínimo de crecimiento que impulse el consumo y preste alivio a las familias argentinas.
Llega el tiempo de gobernar, teniendo bien claro que el neoliberalismo que arremete contra la región está muy lejos de estar muerto, como dicen algunas consignas y análisis demasiado optimistas. Vivimos en un terreno en disputa y es el deber del Frente de Todos de transformarse desde el armado electoral a una verdadera coalición de gobierno que cumpla con la palabra empeñada y proteja los intereses de nuestro pueblo.
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