Desde el oficialismo se afirma que para mantener el poder hay apelar a la existencia de un enemigo, y sino se lo tiene hay que crearlo.
Una lógica minúscula impregna la política de hoy, no solamente la nacional. La derrota cultural de los movimientos populares, la globalización que subsiste en algunas partes del mundo, el individualismo exacerbado por el ilusorio premio del triunfo personal ha determinado que esta lógica se base, ya no en los intereses de Clase, ni en las grandes aspiraciones Nacionales, ni en valores Éticos sociales, sino en el triunfo del dinero y en la ocupación de cargos de gobierno. El dinero, que era uno de los instrumentos de la lucha por el Poder, se ha convertido en el objeto casi exclusivo de la disputa política.
Por dinero se vende hasta la madre, parece ser la consigna en su expresión popular de muchos y abundantes jóvenes formados en el individualismo del aula (¡primero yo!, ¡no se debe ayudar a nadie!), en la fábrica (el jefe gremial, como un nuevo Mussolini, siempre tiene razón) y en el empleo (el jefe nunca se equivoca). Este individualismo crea amigos y enemigos de ocasión, cuyo interés es de corto alcance. Se finge que ya no existen los imperialismos y colonialismos que explotan a los pueblos y naciones; ya no hay capitalistas que explotan a los obreros. La política se convierte en un juego de disputas para alcanzar a cargos que sirvan mejor a los poderes, que para esta visión oportunista son permanentes. La clara distinción entre gobierno y Estado se repite numerosas veces pero no convence ni se la cree. Los políticos, en muchos casos, a su vez se reconvirtieron en gerentes que buscan ocupar funciones para obedecer mejor a los poderes económicos internacionales y no a sus electores.
Laclau dixit
Una parte de los seguidores del matrimonio Néstor Kirchner y Cristina Fernández se inspira en el pensamiento de un ex integrante de la izquierda nacional que enseña en Cambridge, Reino Unido. Este pensamiento afirmar afirma como recomendable que para lograr y, sobre todo, mantener el poder se debe apelar permanentemente a la existencia de un enemigo (y a los consabidos amigos del poder), y si no se los tiene hay que crearlos. El poder queda limitado a la exclusiva dinámica enemigo/amigo. Mientras la intención de mantenerse en el gobierno es extensivo, los amigos y enemigos pueden ser de corta duración: los amigos de ayer pueden ser los enemigos de hoy, como muestra el caso del grupo Clarín.
Autores franceses críticos de Ernesto Laclau y de su señora Chantal Mouffe insisten en que el pensamiento laclausiano está fuertemente inspirado en el filósofo jurídico nacionalsocialista Carl Schmitt. Para Schmitt los grandes movimientos de masas y de atracción social y política debían inspirarse en la Nación y en la Clase. Para él, la Nación del nazismo era más seductor que el proletarismo estalinista. Con el uso de una gran y profunda aparatosidad el apelar a lo nacional era imbatible para la conducción del pueblo alemán.
Algunas personas que abrevan en el neojusticialismo en conjunción con el viejo progresismo argentino piensan con Schmitt, que también perteneciera a la escuela del realismo político, que hay que “crear al enemigo”. Claro, si se pierde frente al enemigo elegido (por ejemplo, los intereses agropecuarios) la derrota política y económica debilita y pone en peligro al modelo mismo y a la utopía de su profundización. La derrota oficialista en la sojización en la Argentina fue debida a que no se eligió bien al enemigo, y porque el gobierno no iba contra los intereses de fondo de los que obtenían la renta agrícola. Tuvo la confusión del amigo/enemigo: mientras Roberto Urquía era el senador amigo (del FpV y de la Aceitera General Deheza), los pequeños chacareros fueron convertidos en enemigos. En este sentido, en la lógica de la disputa política, no resultaron incompatibles las afirmaciones gubernamentales de signo progresista y el haber elegido como senador nacional a uno de los mayores beneficiados de la oligarquía rural (Urquía) y negociar con quienes se quedaban con gran parte de la renta sojera a través de la producción por arrendamiento y la exportación asociada con grandes capitales financieros del exterior (Grovocopatel. Se confundió pequeño productor con los grandes exportadores: no se supo ni se quiso averiguar adónde iba a parar la renta agrícola; solo se puso el ojo en el propietario, sea chico o grande, sea productor o arrendador.
Se olvidó que al verdadero enemigo no se lo elige por razones electorales, sino que está signado por pertenecer a sectores que no están al servicio de los intereses populares ni de la Nación.
La subsiguiente lucha eligió a algunos diarios y medios, pero construyendo a su vez otros nuevos, que pertenecen a sectores emergentes que van tomando no solo la prensa, sino sectores como el petróleo asociados con las multinacionales hidrocarburíferas, mineras, el juego, las finanzas protegidas tributariamente por el gobierno e, incluso, grupos que se benefician de las cinco grandes rentas mundiales (petróleo/minería, finanzas, comercio agrícola y alimentario, comerciantes de armas y drogas, y trata de personas). En nuestro país algunos sectores de gobierno aceptan a esos grupos porque son “imposibles de vencer” (¡recuerden algunas lógicas timoratas y mitos de la debilidad de Alfonsín!).
En su artículo “La División de los argentinos. El kirchnerismo y su modo de acumular poder”, Luis Gregorich en el diario La Nación del 5 de abril de 2011 trata de asimilar la dialéctica amigo/enemigo local (que insistimos, deja de lado el colonialismo y la explotación social como razones de la lucha política) con las contiendas que Perón y su señora Eva Duarte llevaron a cabo. Dice erróneamente Gregorich, al asimilar el kirchneriscmo con el peronismo, que “Se trata de la vieja concepción del poder del peronismo, ahora convertida en doctrina de fe kirchnerista, con módicos aderezos de ideología setentista y un superficial baño de progresismo”.
A Braden no lo eligió Perón para ganar una elección, no lo trajo ni lo hizo desfilar con los jefes de la oposición reaccionaria desde el conservadorismo al comunismo (el conflicto dio a Perón la envidiable ocasión de disponer de un eslogan maravilloso y vencedor), sino que Braden ya estaba; no lo buscó Perón. No lo eligió Perón. La política imperialista de Braden fue impuesta por el Departamento de Estado de EUA: a este enemigo no lo inventó Perón. Ya estaba y venía perjudicando a nuestros países no solo con el broche de oro que fuera la Unión Democrática (que algunos políticos sin memoria quieren recrear en lo hoy que llaman a la Oposición Unida) sino con su actividad minera en Chile, con la compra de campos para la Standard Oil en Bolivia, con la fratricida guerra petrolera del Chaco, y su intervención en la Paz de Río de Janeiro en la que concluyó esa guerra.
Muchos confunden la historia con el presente: la oposición argentina no es una sola, aunque algunos desearían que así fuera, especialmente el gobierno como los sectores más reaccionarios del antagonismo al gobierno. Algunos son opositores porque quieren más mercado libre, pero nosotros queremos defender la participación pública del Estado en una real defensa social de los trabajadores y de los más humildes, así como en la recuperación de los recursos naturales y su renta.
Cuando se pelean por el gobierno pero no por el poder (en manos de los grandes grupos económicos internacionales), a veces están juntos algunos miembros de la “oposición” con algunos del oficialismo, como se ejemplifica a continuación.
Cuando ahora disputan en Chubut por algunos votos (lucha por el gobierno) no quieren recordar que antes no pelearon contra la prórroga de Cerro Dragón y las concesiones petroleras del menemismo. En la disputa por la actividad caritativa que debería desempeñar Pan American Energy entre un diputado del FpV y otro radical, no discuten la realidad: la legalidad del otorgamiento de la prórroga de Cerro Dragón justificado con controvertidos y misérrimos contraprestaciones a la Provincia. En Neuquén van juntos para gobernador y vice, Farizano (hoy intendente de la capital UCR) y la hermana de Parrilla (el diputado informante y cómplice de la entrega de Y.P.F.), mientras pugnan con el Movimiento Popular Neuquino por los cargos, bancas y dietas del gobierno, pero ninguno promete cumplir con la constitución provincial, que enfáticamente afirma que solo se pude conceder la gestión de la exploración y explotación de los yacimientos petrolíferos de TODOS los argentinos a las petroleras dependientes del poder ejecutivo nacional.
Es claro Jorge Cardelli (InfoSur, 5-4-11) cuando afirma que “Las gobernaciones radicales son todas amigas del capital extranjero en la minería, en el petróleo. Promueven el mismo modelo de desarrollo del Gobierno Nacional basado en la exportación de granos y recursos naturales, y en la extranjerización de la tierra”.
En realidad a los amigos y enemigos no se los “elige” para una ocasión electoral. Amigos son los que definen los mismos objetivos y proyectos, enemigos son los que prefieren depender de los poderes que quieren ocultar y no debatir...
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