Acerca de las lógicas de precariedad y perversidad vigentes en los medios de comunicación.
Los acontecimientos extraordinarios como la muerte del ex presidente Néstor Kirchner que merecen largas horas de cobertura mediática evidencian lógicas perversas de construcción y destrucción del acontecimiento y de los actores que ocupan la escena pública.
En principio, la extensiva e intensiva cobertura periodística abre interrogantes respecto a la formación de los comunicadores sociales. No son pocos los relatores que se lanzan arriesgadamente a curiosos comentarios que cuando alcanzan su fin arrojan dudas acerca de la direccionalidad del enunciado: ¿sabía el periodista qué quería decir cuando comenzó la oración o sus palabras simplemente fluyeron desde su mente hacia la escena pública sin mediaciones de coherencia o cohesión?
Frecuentemente se observan severas limitaciones para una simple descripción llana, ni qué decir de la posibilidad de una explicación o argumentación de un caso. Existe una línea dentro de la Antropología que considera que una buena descripción densa es también una explicación posible. Sucede que para describir un hecho o acontecimiento social hay que contar con una buena formación. Difícilmente un periodista que nunca participó de una organización pueda comprender las lógicas, los procesos y las redes que se activan en una movilización o una acción colectiva.
Dicho en otras palabras, muchos comunicadores no pueden describir de manera interesante un acontecimiento de la realidad porque jamás participaron en política en el más amplio de los sentidos. Sólo la experiencia de la participación provee las herramientas para poder comprender situaciones y hechos relevantes que se manifiestan en la escena pública pero que se originan en ámbitos privados o por lo menos más silenciosos.
Una gran cantidad de periodistas que hoy asumen el papel de “formadores de opinión” no consiguen despegarse del más común de los sentidos y a veces ni siquiera eso. Esto debe insertarse en un contexto de despolitización de la sociedad civil que desde 1976 hasta esta parte se viene promoviendo sistemáticamente a través de la represión, las crisis económicas y los imaginarios maniqueístas. Estos procesos fueron impulsados por los diferentes gobiernos para el disciplinamiento de la ciudadanía.
Tampoco debe perderse de vista el contexto de precarización laboral al que son sometidos los periodistas. La precarización del mercado de trabajo no sólo atenta contra la calidad profesional sino también coarta las posibilidades de participación en organizaciones o movimientos políticos o de cualquier otra índole.
Por otra parte, acontecimientos como la muerte del ex presidente desnudan otras lógicas mediáticas más perversas y peligrosas. Se trata de discursos hegemónicos del capitalismo, discursos latentes pero siempre vigentes que se actualizan con cada coyuntura.
Tan pronto se supo de la muerte de Kirchner los medios opositores se lanzaron a construir una imagen de la presidenta como una “pobre viuda” y activaron escenarios de incertidumbre y miedo. Desestimar las capacidades de la presidenta de continuar con su gestión en función de la muerte de su marido resulta un pensamiento machista porque menoscaba el ejercicio de una mujer dirigente. Más allá de las diferencias que se pueda tener con la actual presidenta y con su plataforma política, insistir sobre la mencionada idea es no respetar la racionalidad de las personas que en democracia votaron a Cristina Fernández.
Allí donde algunos quisieron construir la imagen de una viuda desdichada, otros vimos a una mujer que a pesar de su tristeza no perdió la compostura digna del lugar que ocupa, e incluso en más de una oportunidad se acercó a consolar a militantes afligidos.
Otra construcción frecuente en esta coyuntura fue la representación de un héroe de quien antes de morirse fuera mostrado como demonio por los mismos medios de comunicación. Dramatizar la figura de Néstor Kirchner no les sirve más que a quienes intentan construir un espectáculo y lucrar con ello. El melodrama atenta contra el análisis crítico, más bien apunta a satisfacer a los televidentes que gustan de consumir buenas historias sobre héroes y demonios.
Ahora, -tomando el plano de la comparación y recuperando un contexto más amplio- ¿sobre qué atributos se insiste para exaltar las estampas de los ex presidentes fallecidos Néstor Kirchner y Raúl Alfonsín? Del primero se destaca su pasión por la actividad política, su militancia activa, su capacidad estratégica para estrechar lazos. Del segundo se resalta su honestidad, su respeto por las instituciones, su prudencia y capacidad oratoria. Qué paradójico resulta que esos mismos valores que los complejos mediáticos usan para construir figuras heroicas sean los que las lógicas capitalistas y empresariales se encargan de destruir en el campo de la comunicación social y de la sociedad civil.
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