La gran mentira del pseudo progresismo instalado por los medios de comunciación oficialista.
Resulta escaso en los medios masivos de comunicación encontrar hoy un criterio de agudo sentido común que evalúe lo que ha dejado el PJ desde 2002, luego de casi diez años de gobierno. Hablamos, claro está, de los gobiernos en continuado de Eduardo Duhalde, de Néstor Kirchner y de Cristina Fernández. Es que, en medio de un abundante palabrerío mediático de figuras intelectuales, de la cultura, de compañeros comprometidos en los peores momentos de la represión, entre otros, se apunta una y otra vez hasta el aburrimiento que “se debe defender el modelo progresista”, en otras palabras, defender un modelo de desarrollo con inclusión social…
A la luz de la realidad social del país y de la estructura económica nacional ¿qué intentan explicar estas personas cuando invocan “el modelo progresista”?
Sus fundamentos son apenas respetables en algunos casos, marcadamente desfachatados en otros pero, en verdad, todos guardan algo de cinismo…
Suelen festejar los anuncios altisonantes de tibios avances sociales a la vez que callan y hacen callar las denuncias por el continuo latrocinio imperante de los recursos estratégicos de la nación.
No omiten hablar de los muertos de la represión militar al mismo tiempo que esconden el rostro cuando se alza la voz por el legado vivo más representativo de la dictadura que fue y sigue siendo la ilegítima estatización de la deuda privada, pasivos de antaño de los actuales ganadores del “modelo progresista”.
Orgullosos de recuperar el manejo estatal de los fondos de los jubilados y pensionados evaden transparentar su gestión y rehusan investigar a los responsables de semejante defraudación patrimonial a los trabajadores.
Siguen vanagloriándose por el crecimiento del PBI mientras los índices de desnutrición siguen en pie, alcanzando hoy a 700.000 personas.
Presumen tener más de 50 mil millones de dólares de reservas en el BCRA y en todo este tiempo no han modificado un ápice de la Ley de Entidades Financieras de la última dictadura, obstáculo legal para permitir el acceso de financiamiento barato para la compra de vivienda como para el desarrollo de PYMES.
Señalan infinitas veces, en cuanto acto aparezca, la importancia de aumentar el valor agregado de nuestras exportaciones mientras que los negocios que se terminan cerrando en el exterior son inversiones netas en actividades extractivas de recursos naturales.
Se jactan de haber aumentado el presupuesto de ciencia y tecnología a la vez que mantienen una dependencia estructural a los condicionamientos financieros impuestos por Banco Interamericano de Desarrollo.
Le objetan al grupo oligopólico Clarín la falta de pluralidad desde la efectiva puesta en práctica de medios públicos vedados a emitir voces diferentes a las del Gobierno Nacional
Finalmente, hacen llamar “modelo progresista” al que ha mantenido intacto en su seno la estructura impositiva de los noventa de estricto corte regresivo.
Ante tantas evidencias, se siente poco más que asombro no encontrar luces, pensamiento crítico refrescante dentro de las filas de personalidades ligadas a luchas sociales e intereses nobles de otrora. Y resulta peor, muy doloroso, recibir calumnias y golpes bajos de quienes sentimos una profunda admiración por su intransigencia en años difíciles, hoy devenidos en transigentes, de ciega obsecuencia en la línea de batalla del Kirchnerismo.
En honor a los conceptos, la verdadera razón que pesa en cada uno de los dirigentes y promotores mediáticos de este gobierno es que detrás del marketing político “nacional y popular”, en estos casi diez años de política pejotista, no ha habido cambios estructurales genuinos que definan un rumbo “progresista”. En breves palabras, en lo económico, no se ha cambiado lo que se produce, ni cómo se distribuye, ni cómo se intercambia con el mundo. En tanto que, en lo social, no se ha formulado un programa de reparación acelerada de las inequidades provocadas por el auge del paradigma neoliberal en la Argentina.
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