La candidata a diputada nacional por UNEN analiza el relato del kirchnerismo.
En una reciente entrevista en Página12, “No creo que venga una oleada hacia la derecha” (16/9/2013), Ernesto Laclau hizo gala de las potencialidades explicativas de su teoría del populismo, demostrando al mismo tiempo las falacias que se derivan de su aplicación a la realidad. Más allá de sus invenciones conceptuales, el análisis político se basa en un silogismo cuya simplicidad es casi enternecedora. Recordemos que para la lógica deductiva con origen en Aristóteles, el silogismo consta de dos juicios, premisa mayor y premisa menor, de cuya comparación se obtiene un nuevo juicio que es la conclusión. En el ejemplo más conocido, la premisa mayor afirma “Todos los hombres son mortales”; la premisa menor dice “Sócrates es hombre”; conclusión, “Sócrates es mortal.”Para Laclau, el silogismo de la política argentina demuestra hechos inapelables:
- Premisa mayor: “Si hay una izquierda en la Argentina, esa izquierda es el kirchnerismo. Cualquier forma de presentarse en oposición al kirchnerismo no puede ser más a la izquierda, siempre va a ser una forma de reconstitución del poder a la derecha.”
- Premisa menor: Pino Solanas se presenta “en oposición al kirchnerismo”.
- Conclusión: Pino Solanas “siempre va a ser una forma de reconstitución del poder a la derecha.”
Algunos datos recientes de la política oficialista, permiten confrontar este silogismo con la realidad. Por ejemplo, el contrato YPF-Chevron para explotar el yacimiento Vaca Muerta. Siguiendo con coherencia su tradición de dos décadas de entrega del petróleo nacional -bajo toda evidencia, una expresión de izquierda- el kirchnerismo firma un acuerdo con Chevron -corporación petrolera de izquierda- que incluye cláusulas secretas por las cuales se otorgan sospechosos privilegios. A ello se suma la decisión de utilizar el método de fractura hidráulica, que ya ha producido graves consecuencias de contaminación de las aguas subterráneas en Estados Unidos: miles de farmers deben comprar agua para beber, cocinar, lavar o bañarse y se les mueren los animales. En la lógica de Laclau, quienes se oponen a esta política de izquierda -entre otros, Solanas, comunidades mapuches y diversas organizaciones neuquinas- claramente expresan “una forma de reconstitución del poder a la derecha”
Otro ejemplo es la apertura del canje y la firme vocación de continuar siendo “pagadores seriales” de una deuda externa odiosa y fraudulenta, contraída por la dictadura militar. Odiosa -según la definición del ex presidente norteamericano William Taft en 1923- porque la condición para contraerla fueron los 30.000 desaparecidos, el robo de bebés y otras aberraciones de la dictadura. Fraudulenta, en tanto una parte importante de esos dólares nunca llegaron al país y en 1982 Domingo Cavallo estatizó una supuesta deuda privada correspondiente a corporaciones y bancos nacionales o extranjeros, que incluía transferencias internas y préstamos inexistentes. Entre 1982 y 2002, a través de sucesivas renegociaciones, por esos 45.000 millones de dólares de deuda pública se pagaron 218.174 millones de dólares y el kirchnerismo agregó pagos por 173.733 millones entre el 2003 y el 2012: en total 391.907 millones de dólares; pero todavía se siguen debiendo 208.464 millones. A ello se suman los patrimonios privatizados: entre otros, YPF, Gas del Estado, ENTEL, Altos Hornos Zapla, SOMISA, Ferrocarriles Argentinos, Flota Mercante y Flota Fluvial del Estado, Obras Sanitarias, rutas nacionales, puertos y hasta el zoológico de Buenos Aires, que suponen varios cientos de miles de millones de dólares más. En una clara política de izquierda, el kirchnerismo declara su firme decisión de “honrar la deuda.” Al respecto, el silogismo de Laclau es contundente: quienes plantean -como Solanas- la necesidad de promover una auditoría para diferenciar lo que legítimamente debiera pagarse de aquello que es una descomunal estafa, sin ninguna duda impulsan “una forma de reconstitución del poder a la derecha.”
Si de alianzas se trata, nadie puede dudar de la definición de izquierda del gobernador formoseño Gildo Insfrán -principal aliado del kirchnerismo- mientras Félix Díaz y la comunidad Qom, a quienes hostiga para quitarles sus tierras, no son sino “una forma de reconstitución del poder a la derecha.” Sin mencionar a los revolucionarios barones del conurbano bonaerense y en particular al izquierdista intendente de Ezeiza, Alberto Granados, un teórico del gatillo fácil recientemente designado Ministro de Seguridad de la Provincia de Buenos Aires. La lista de funcionarios y empresarios amigos del poder, beneficiados con prebendas y corrupción de todo tipo, también se cuentan entre los integrantes de la izquierda kirchnerista, incluido el General Milani: cualquier denuncia contra ellos, ya se sabe, es de derecha. A su vez, si alguien se opuso a la Ley Antiterrorista o a los beneficios empresarios en detrimento de los trabajadores que habilita la Ley de Aseguradoras de Riesgo del Trabajo -ambas impuestas por el kirchnerismo- propugna “una forma de reconstitución del poder a la derecha.”
De este modo, los silogismos de izquierdas y derechas del filósofo Laclau, evocan las vicisitudes del personaje de Landrú “Rogelio, el hombre que razonaba demasiado”. La respuesta de un transeúnte a su pregunta sobre cuál es la vereda de enfrente, lo enfurece: “¡cómo que es aquélla, si vengo de allí y me dijeron que es ésta!”.
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