En el 190º aniversario de la institución, la ex rectora del nacional Buenos Aires y actual legisladora del Movimiento analiza la situación académica.
A fin de esta semana se realizará en los patios del Colegio Nacional de Buenos Aires parte de la conmemoración por su 190° aniversario. Patios que encierran una de las tantas historias de los manejos turbulentos en la UBA. En esta nota cuento las intrigas y los manejos de las autoridades de la misma, en el proceso de refacción de los patios, que se encontraban clausurados y se pusieron en condiciones durante mi gestión con una obra millonaria
Como es de público conocimiento hace poco más de un año fui cesada en mis funciones como rectora del Colegio Nacional de Buenos Aires por las autoridades de la UBA. El argumento legal fue la apertura de tres divisiones de tercer año del turno vespertino sin la partida presupuestaria correspondiente.
En una actitud premeditada la UBA se había negado a contestar mis ocho pedidos de fondos para cumplir con un plan de apertura de cursos aprobado por el Consejo Superior dos años antes. Ante la inminencia del inicio de clases y el riesgo de que 90 chicos quedaran fuera del colegio sin educación, decidí abrir las divisiones a la espera de la autorización formal de fondos que llegó, por supuesto, luego del comienzo de clases.
La maniobra motivada por el rector Rubén Hallú y el Secretario General Carlos Mas Vélez, terminó en una acusación en mi contra. Se me imputaba por abrir tres divisiones sin partida presupuestaria, y en definitiva por no dejar afuera a 90 alumnos de tercer año que el colegio ya se había comprometido a educar cuando se les dio la plaza en primer año. Por supuesto, si yo no hubiera abierto las divisiones, algo que jamás habría hecho, hubiese sido culpada de incumplir el rol educador del colegio.
Pero la acusación en si no importaba, la idea era sacarme del medio. Demás está decir, que el costo de las divisiones, unos 300.000 pesos, no era significativo y que un monto similar fue utilizado luego para otorgar desproporcionados aumentos de sueldo a las nuevas autoridades del Colegio y para el nombramiento de varias decenas de empleados “no docentes”. El sueldo del nuevo rector, por ejemplo, al momento de asumir, casi triplicaba mi sueldo, monto que podría cubrir gran parte de lo necesario para abrir las divisiones. Otro muy superior, unos 2,5 millones de dólares fue utilizado por la UBA para la compra del cine Cosmos a un precio exorbitante.
Fue esa sensación de impunidad que tiene este tipo de personajes que se encuentra frente de la UBA, la que les hizo plantear las cosas de la peor manera posible. Lo ridículo de la situación y las evidentes motivaciones políticas y económicas detrás de mi destitución, despertaron fuertes críticas que los llevaron a nuevos intentos de justificar lo injustificable.
Tampoco los ayudó el fallo de la cámara, sala V que rechazó mi amparo contra mi destitución. En dicho fallo, firmado por dos jueces, uno de los cuales debería haberse excusado por su vinculación a la UBA como había hecho un tercero, se decía que yo no debería haber abierto los cursos sino que debería haber enviado unos 38 alumnos a los turnos mañana y tarde. Los jueces jamás dijeron que debería haber hecho con los otros 52.
Ante esta situación, el rectorado encargó la segunda auditoría sobre mi gestión en tanto que una primera no había presentado objeción alguna. Ellos necesitaban "algo" de que acusarme pero los resultados de este segundo intento, que llegaron a mis manos hace un tiempo, fueron tan irrisorios que las autoridades de la UBA, que lo recibieron hace más de medio año, optaron por no hacerlo público.
Este “trabajo” concluía que mi administración, había tenido tres puntos débiles a los que consideraba de “riesgo alto” (sea lo que eso signifique).
El primero se refría a “poner en riesgo de endeudamiento a la universidad” por las ya mencionadas tres divisiones. Para el auditor parece que abrir divisiones genera endeudamiento, pero no así aumentos de sueldo desproporcionados, ni tampoco la incorporación de personal o punteros políticos en áreas innecesarias, algunos de los cuales portan importantes apellidos de la política universitaria.
El tercer punto, hablaba de una estructura de sistemas informáticos y servidores obsoletos en el Colegio. Aparentemente nadie alcanzó a avisar a los auditores que estos dependen exclusivamente de la UBA y son manejados desde el rectorado de nuestra universidad, fuera de la órbita del colegio y por lo tanto de mi gestión.
El segundo punto de la auditoría se refiere a la realización durante mi gestión de una “obra pública no autorizada”, en concreto la refacción de los patios del Colegio. El mismo lugar que utilizarán las autoridades de la UBA para conmemorar los 190° años de la Universidad, un lugar que antes de las obras que realicé se encontraba clausurado por peligro de derrumbe. Por supuesto para la conmemoración se suspendieron las clases en el colegio a partir del jueves, parece que para las autoridades tener a los alumnos cerca es un peligro.
La auditoría dice textualmente que “la señora rectora no solicitó la autorización del rector de la UBA y no se opuso a que se realizara”, que “la señora rectora comprometió a la Dependencia por todo lo referido al cumplimiento de la legislación vigente en el control de la obra” y que “se asume el riesgo de responsabilizar a la UBA, por los acontecimientos que puedan ocasionar erogaciones imprevistas”.
La historia del arreglo de los patios es interesante y revela las intrigas con las que hay que lidiar con las actuales autoridades de la UBA quienes no tienen el interés puesto en la educación, sino en negocios y actividades que exceden largamente su función.
El rectorado de la UBA había conseguido en 2008 del Ministerio de Planificación un fondo para el arreglo de la infraestructura universitaria. En el plan de obras no estaba contemplada la reparación integral de patios, mansarda y fachadas del CNBA que estaban en peligro de derrumbe. Cuando solicité su inclusión en el plan de refacciones el rectorado se negó aduciendo que no eran prioridad. Evidentemente para Rubén Hallú y Carlos mas Vélez la prioridad era la compra de un cine por más de dos millones de dólares o re potenciar la Radio de la UBA originalmente destinada a la difusión científica y cultural, y donde casualmente Carlos Mas Vélez cuenta con un programa llamado RA, no precisamente por República Argentina.
Ante la negativa de incluir al colegio en el plan de obras, me comuniqué personalmente con el Ministerio de Planificación, específicamente con Abel Fatala y el Ingeniero Gustavo López que accedieron a proveer los fondos para el arreglo de los patios que en aquel momento ascendían a 5,2 millones de pesos.
Sin embargo, al enterarse el Secretario General Mas Vélez sobre la “disponibilidad” de esos fondos solicitó que sea el rectorado el que pase a controlarlos directamente, a lo que me negué en tanto no se garantizara la afectación estricta de los mismos para la refacción de los patios. Lo que pretendían era el simple manejo del dinero: realizar una obra de mero mantenimiento en el colegio y manejar discrecionalmente el grueso de los fondos para otros fines.
Como el CNBA no es Unidad Académica, lo que implica que no tiene autonomía respecto del rectorado, el dinero para la refacción de patios no podía entrar directamente al colegio sin la autorización de Hallú y Mas Vélez, quienes se negaban a darla en tanto no tuvieran el control discrecional.
Frente a esto me comuniqué con la Asociación Cooperadora del Colegio quien se mostró de acuerdo en hacerse cargo del manejo financiero de la obra. De esta manera, los fondos serían transferidos del estado nacional a esta quien haría a su vez el pago correspondiente a las empresas involucradas. Este arreglo institucional no solo nos permitía usar el dinero para lo que estaba destinado, sino que también garantizaba la transparencia de todo el proceso. Esperemos que este arreglo continúe de esta manera para las obras que quedan: mansarda y fachada.
El convenio fue firmado en diciembre de 2008 entre el Ministerio de Planificación, la Cooperadora, y el Colegio e incluía los patios, mansarda y fachada. En el acto estuvieron presentes el entonces presidente de la Asociación Cooperadora Dr Walter Papú, el Jefe de Mantenimiento del Colegio, el Ing Abel Fatala por el ministerio y, entre otros y de mala manera, el secretario general de la UBA Carlos Mas Vélez, quien era testigo forzado de cómo puede evitarse que la politiquería se financie con fondos de la educación pública.
Ese acto fue uno de los tres puntos de “riesgo alto” que la auditoría de Hallú y Mas Vélez me atribuía y fue ese acto el que permitió que esta semana se realicen los festejos de la UBA en los patios del Nacional.
El Secretario General Mas Vélez, nunca se imaginó que iba a ser partícipe de toda la secuencia: que iba a estar aplaudiendo en primera fila, aunque sea de compromiso, la firma del convenio, que iba a promover la auditoría que denunciaba el convenio y que iba a estar conmemorando el acto de la UBA en uno de los patios restaurados gracias al convenio.
Seguramente Mas Vélez creyó que podían inventar algo mejor para echarme o por ahí hasta pensó que no iba a ser necesario echarme y que en mi gestión iba a ser funcional a su discrecionalidad y sus espurios intereses.
Nunca se equivocó tanto, posiblemente no crea que existan personas de principios que creen la educación y la universidad pública, como los cientos de docentes y científicos que luchan desde las aulas y laboratorios para que la UBA mantenga su prestigio y calidad.
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