La Diputada Nacional de Proyecto Sur analiza la manipulación mediática oficialista.
“Recientemente, Alcira Argumedo aparecía en un programa de televisión tratando de explicar el 0,9% de Proyecto Sur y dijo como excusa que sus spots de campaña eran malos. El 0,9% no se puede explicar por los spots de campaña. En ese caso, estaríamos todos condenados a juntar plata, a hacer vaquitas y contratar publicistas”. (María Pía López, entrevista en Iniciativa. Por un proyecto nacional, popular y latinoamericano. 7/9/2011)(http//espacioiniciativa.com.ar)
El manual más primitivo de Ciencias de la Comunicación enseña que, para manipular la información y los discursos, es suficiente la simple operación de sacar frases o palabras de contexto, cortar un pedacito y repetirlo varias veces, de modo tal que aparezca como una afirmación categórica, con valor en sí misma, como el núcleo esencial de un pensamiento: ésta es la mecánica característica de los programas del señor Diego Gvirtz y en particular de ese que seguramente pasará a la historia por su deslumbrante grandeza y calidad: 6,7,8; la fuente que utiliza María Pía López para hacer los comentarios arriba citados. Este sutil mecanismo es el complemento mediático de la filosofía que rige al INDEC, permitiendo adecuar la realidad a los deseos o conveniencias del gobierno. Hace tiempo me encontré con un alumno de Sociología y me contó que se dedicaba a bajar la pobreza. Ante la pregunta obvia si trabajaba en políticas sociales respondió:”No, trabajo en el INDEC. Cuando tenemos las cifras de pobreza en las computadoras, llega la patota de Guillermo Moreno y, como no le gustan porque son altas, nos ordena bajarlas: entonces yo bajo la pobreza en el país”.
Además de descalificar o ridiculizar a la persona de quien se trate -en particular si no se define como ultra-k y, en consecuencia, es gorila o le hace el juego a la derecha- la operación es muy útil para eludir todo otro tema incluido en ese discurso o información que pueda resultar incómodo. Si alguien es tan estúpido como para afirmar que una derrota electoral contundente se debe con exclusividad a un mal spot, entonces las demás afirmaciones de esa persona caen también en la categoría de la estupidez. En la visión de la entrevistada por Iniciativa, Argentina se encuentra en “Una situación muy extraña donde ningún dirigente de la oposición se anima a decir en qué disiente. Hacerlo implicaría tener que decir que disiente en aquellas cosas que se están valorando como positivas por parte de la sociedad en general. En suma, nadie puede discutir el modelo”. De esta manera, la lógica se cierra: no pueden discutirse las políticas kirchneristas del modelo; sólo lo hace la gente estúpida. Otra modalidad de la estupidez proviene de diferentes rostros del “liberalismo escandalizado” o de quien pretenda asumirse como “fiscal moral de la nación”; de aquéllos que denuncien hechos de corrupción, en tanto están destinados a que el sistema político y mediático los tire “por la borda en algunos años, por la propia inocuidad de esa figura para disputar un gobierno”.
Así, el triunfalismo político -que suele ser mal consejero- lleva a erradicar de un plumazo toda posibilidad crítica; tanto las críticas al modelo como las referidas a los episodios de corrupción que lo afectan. Se recomienda, en consecuencia, guardar un silencio cómplice sobre el conjunto de las políticas gubernamentales y, en especial, sobre el accionar de funcionarios o personajes corruptos. Callemos entonces ante la expansión de los negocios de la minería a cielo abierto con uso intensivo de cianuro y contaminación de fuentes de agua, de tierras y aire: el Parlamento Europeo la ha prohibido en toda Europa, por sus “consecuencias catastróficas e irreversibles”; pero los generosos subsidios de Minera La Alumbrera a las universidades o los Congresos auspiciados por la Barrick Gold en San Juan, llevan a reflexionar que la cosa no es para tanto. Callemos ante el accionar de las petroleras privatizadas y dejemos que continúen saqueando al país, porque finalmente la privatización es “un acto de soberanía” y los beneficiados son amigos: Ezkenazi, Cristóbal López, Bulgheroni, la British Petroleum y ahora los chinos, que asimismo penetran en ferrocarriles y producción sojera. Callemos ante un 75% de los jóvenes desocupados o precarizados; ante un 50% de los trabajadores que ganan menos del salario mínimo; callemos ante la pobreza y las muertes de chicos por desnutrición, a pesar de ocho años de crecimiento a tasas sin precedentes; callemos ante las conductas de gobernadores aliados o barones del conurbano. No hablemos tampoco de Capaccioli y la efedrina para financiar campañas; de Ricardo Jaime y su enriquecimiento; de Juan José Zanola y los medicamentos truchos; de los hermanos Juliá saliendo del aeropuerto de Morón y pasando por Ezeiza con una tonelada de cocaína; de José Pedraza; de Sergio Schoklender; de ciertos jueces del Poder Judicial. La “subjetividad escandalizada” no tiene destino; porque las verdaderas concepciones nacional-populares en América Latina siempre han sabido callar ante tales hechos. Allí están los ejemplos de Artigas, Belgrano, San Martín, Bolívar, Martí, Alem, Mariátegui, Sandino o Ugarte: todos ellos fueron grandes derrotados políticos; lo cual prueba una vez más que en su momento debieron haber guardado un silencio cómplice.
Sin embargo, la ética del silencio cómplice y la condena a toda crítica planteadas por María Pía López, no son buenas para formar a las generaciones jóvenes que ingresan a la política, como ella misma parece advertirlo: porque sucede que gran parte de los grupos juveniles kirchneristas han establecido una relación “entre militancia y salario”, sin haber hecho un pasaje de militancia en el llano. A ello se suma que sus propias formas expresivas y discursos se amparan “en la palabra presidencial, se definen en función de aquello que afirma la Presidenta”, antes que en el planteo de “ciertas demandas y cuestiones que puedan movilizar toda la escena política”. Aparentemente, a fin de superar este dilema “las juventudes políticas tienen una tarea fundamental, que es no estar a la retaguardia de la Presidenta, sino generando un clima social para dar más batallas”. En síntesis, mientras los intelectuales 6,7,8 -muchos de los cuales tampoco han dado en su vida grandes batallas desde el llano- guardan un respetuoso silencio, queda en manos de los jóvenes la conciencia crítica que les permita salir de la retaguardia de la Presidenta. El mandato es entonces:”animémonos y vayan”. Cabe interrogarse qué pasaría en ese caso con los salarios.
De todas formas, con el resultado del 0.9% no se puede hablar. Tampoco debiéramos haberlo hecho cuando en 1995 Menem obtuvo el 50% de los votos para su reelección. En ese momento, todos los nacional-populares del actual gobierno lo apoyaron con entusiasmo y un silencio cómplice; nuestro grupo político fue el único que cuestionaba duramente las privatizaciones, la Convertibilidad y el modelo neoliberal. Esa vez nos fue aún peor: sacamos el 0.5%; después la historia nos absolvió, a otros no tanto. La persona que me hizo llegar la entrevista, le adjuntaba una nota diciendo: "Te la envío para recordarla en tiempos venideros”.
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