El director del Instituto de Proyecto Sur analiza la crisis económica por la que atraviesa el país.
El director del Instituto de Proyecto Sur, Alberto Sanchez, analiza la crisis económica por la que atraviesa el país y las medidas aplicada por el Gobierno. También realiza un profundo analisis sobre las causas que llevaron a esta decada saqueda del kirchnerismo.
1. ¿Cómo ve la actual crisis económica por la que atraviesa el país?
Ante todo es importante precisar el diagnóstico. En general existe una visión exitista de las posibilidades de recuperación del país que recorre un arco que va de la izquierda a la derecha fomentada por economistas y adoptada por políticos y militantes. Frases de sentido común, desde la opinión pública que repite ideas de manera ingenua y con una gran dosis de desconocimiento. Por ejemplo: “Con dejar de robar y cambiando algunas políticas públicas y macroeconómicas este país se transforma en una gran potencia”. Se habla en términos de lo que podría ser pero no se analizan si están listos los actores nacionales para esa epopeya. El Estado está desguazado, desarmado, destrozado y penetrado por varias mafias. La sociedad civil, sindicatos y empresarios nacionales se encuentran totalmente debilitados y subordinados a las reglas que impone el capital extranjero y los organismos internacionales de crédito, de comercio y de inversiones que dominan la estructura productiva argentina, a su vez a las órdenes de los principales estados capitalistas del planeta; por su parte, los partidos políticos están divididos, tienen pocos estadistas, escasos cuadros políticos y técnicos y se manejan con viejas prácticas corruptas y antidemocráticas. Lo que aparece como más sano y esperanzador es la movilización de los sectores medios y bajos pero hay que reconocer que comparten esa visión liberal ingenua de un diagnóstico exitista. Queda mucho camino a recorrer para que esa movilización se transforme en una fuerza nacional capaz de impulsar un programa amplio de reformas. La conducción de un líder y estadista a la cabeza de un gran frente político-social, amplio, democrático y nacional, que sepa interpretar los cambios y las reformas necesarias, podrían acortar o acelerar los tiempos históricos. Esta necesidad de reformas progresistas y estructurales que tiendan a modificar de manera irreversible la distribución del ingreso en favor de las mayorías populares y de repensar y debatir ante el bicentenario 1816-2016, en torno al modelo productivo y a la inserción independiente de la Argentina del siglo XXI, en el mundo, se potencia por dos debilidades mayores que padece nuestra Nación: 1. la casi nula reflexión de los intelectuales, políticos y ciudadanos y sus organizaciones sobre los temas de geoestrategia, capitalismo periférico e inclusión; 2. las amenazas de una profundización de la extranjerización y del saqueo pasado y presente y una mayor pérdida de soberanía nacional en el resto del siglo, incrementando así los niveles de exclusión y pobreza.
El país viene de un proceso de estancamiento, decadencia y retroceso donde las recurrentes crisis que padece, incluida la crisis de balanza de pagos, se originan en la estructura industrial y tecnológica dependiente de la Argentina.
Contrariamente a lo que sucede en los países ricos del norte, que son los principales exportadores mundiales de manufacturas industriales, la Argentina no puede financiar su crecimiento con una industria de baja productividad, dado que ella tiene altos precios y exporta muy poco. El abastecimiento de divisas siempre queda a cargo del sector agropecuario que tiene limitaciones físicas dadas por el suelo, el agua, el ambiente y las dificultades para expandir el área sembrada y el área de pastoreo.
Lo que caracteriza la década saqueada del kirchnerismo es el crecimiento de la extranjerización de la economía con el avance del capital brasilero y chino y el saqueo de los bienes naturales.
Esta dependencia se manifiesta en la Cuenta Corriente del balance de pagos con equilibrio en 2012 y con un déficit de 2.871 millones de dólares en el tercer trimestre de 2013.
Principalmente en la Cuenta de Mercancías por el déficit en el intercambio de bienes industriales y energéticos, en la Cuenta de Servicios y en la Cuenta Rentas de la Inversión por la remisión de utilidades y dividendos con saldo negativo por 8.245 millones de dólares y los intereses de la deuda con saldo negativo por 3.188 millones de dólares.
La dependencia financiera (Deuda Externa) es consecuencia de la dependencia tecnológica e industrial que se manifiesta en el año 2012, en un saldo anual negativo de más de 30.000 millones de dólares en las principales secciones industriales de la Cuenta de Mercancías de la Cuenta Corriente del balance de pagos. El saldo final es positivo en 12.419 millones de dólares explicado por los 45.260 de superávit en 8 secciones de productos primarios y manufacturas de origen agropecuario menos los 32.841 millones de dólares en las 14 secciones deficitarias de manufacturas de origen industrial de media-alta y alta intensidad tecnológica.
Estas 14 secciones industriales deficitarias son el núcleo duro de la dependencia tecnológica e industrial argentina. Esta dependencia tecnológica e industrial es en definitiva una dependencia cultural, una dependencia del conocimiento, traducida en productos industriales que son productos culturales y productos del conocimiento.
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