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La estetización de la política

La campaña publicitaria del kirchnerismo sobre YPF y Malvinas: una farsa pocas veces vista.

La farsa de La Cámpora.

La farsa de La Cámpora.

La farsa de La Cámpora.

No se trata, en la mentalidad oficial, de utilizar el marketing -en el caso de que fuera posible- para comunicar realizaciones nobles o proyectos de carácter emancipador: el objetivo es, como se dice en castizo, “marear la perdiz”; simular lo que no es, hacer “como si”, con un cinismo que apenas tiene antecedentes en la historia política argentina.

Como se ha visto, la campaña de propaganda instalada en las paredes de la Capital Federal tiene como ejes enarbolar reclamos y críticas sobre la administración de YPF, y reivindicar la soberanía sobre las Islas Malvinas. Todo, en sentido presuntamente nacional-popular: estética, retórica, manejo de los signos, teatralización, lágrimas, pedidos de “fuerza”, de “ayuda”… Cualquier cosa es posible si la intención es sugestionar a la población y mantener el poder a toda costa.

Es falso -como pregonan sus operadores, aquí y allá- que en octubre pasado la mayoría de los ciudadanos haya votado a CFK por motivos ideológicos (la famosa “hegemonía”), o por la presunta aspiración del FPV a gobernar desde el “campo popular”. La estabilización de la debacle que entre 1976 y 2001 azotó a nuestro país, es decir, el mero hecho de poder respirar con la soga al cuello, es algo que nuestra castigada ciudadanía agradeció, como pudo, reeligiendo a la presidenta. Durante casi treinta años  la domesticación social, la política del shock y el disciplinamiento hicieron lo suyo.

Algo que sí tiene que ver con lo masivo, con la hegemonía social de la abulia y la impolítica, es la apelación gubernamental a la sentimentalidad y a la “debilidad” de la presidenta (el clásico “Fuerza Cristina”). De hecho, la evocación de la muerte y la representación del luto siempre han operado en el campo de lo político, bien como justificación del poder, bien como acicate de la violencia y la represión.

Analizar la estética del kirchnerismo no es cosa es inútil, o sólo apta para semiólogos: antes bien, es algo imprescindible para dimensionar su naturaleza y constatar el travestismo ideológico de la prédica “nac & pop”, astucia cortísima pero efectiva, tramada frente al vaciamiento del ya casi inexistente Movimiento Nacional. Dicha representación, es bueno aclararlo, es un producto fácilmente consumible por cierta militancia exitista y laxa, o por intelectuales con mala consciencia y ganas de sacar tajada del botín. La sofisticación del kirchnerismo es, en esto, óptima en su capacidad mimética.

“La Cámpora” de Caballito se da el lujo de organizar charlas de formación: hablan de soberanía energética, de la historia, el valor y la privatización de YPF; privatización de la cual participó activamente Néstor Kirchner, no sólo como gobernador, sino sobre todo como presidente. De hecho, Proyecto Sur nace en 2007 como respuesta a la nefasta política secesionista y privatista del kirchnerismo: impulsada por los gobernadores petroleros, en noviembre de 2006 el Congreso aprobó la denominada “Ley Corta” de Hidrocarburos, que modificó la ley antes vigente (17.319) y reglamentó el artículo 124 de la Constitución menemista de 1994, que establecía la “provincialización” del subsuelo de la Nación. Primer gran golpe neocolonial bajado de las Metrópolis.

El segundo acto pro-imperialista del kirchnerismo en materia petrolera fue en 2007, cuando Kirchner prorrogó la explotación de Cerro Dragón hasta 2047, diez años antes del vencimiento de los contratos, a la Pan American, en ese entonces perteneciente a la… British Petrolium y Bridas. (¿Dónde estaban las Malvinas?); Cerro Dragón es el yacimiento petrolero más importante del país, correspondiente al 25% de nuestras reservas de crudo. Néstor Kirchner lo cedió hasta su extinción; lo mismo que hizo De La Rúa con Loma la Lata, cedida a Repsol en 2000.

Que el oficialismo no tenga problemas en declararse abiertamente nacional y popular es algo que indica a las claras una severa regresión de la conciencia argentina. El pensamiento débil, la posmodernidad y el relativismo reinan sobre cualquier alternativa. Pero lo fundamental de la representación oficial no está sólo en lo que muestra, sino, sobre todo, en lo que oculta, y en el desconcierto que provoca su dispositivo estético-político sobre la militancia de orientación peronista. Sólo habría que indagar, como hemos hecho, en la política petrolera, gasífera y minera del kirchnerismo en sus 9 años de gobierno (políticas que han de ser el pilar de cualquier posición anticolonial y antiimperialista en América Latina), para patentizar que el Frente para la Victoria es la versión más avanzada y compleja de la partidocracia neocolonial.

La estrategia diplomática oficialista respecto del conflicto por Malvinas tiene lo suyo. ¿No es acaso contradictorio “malvinizar” el discurso y entregar a la banca inglesa -Barclays- la gestión del canje de deuda, por el que pagamos 8500 millones de dólares? ¿O que las firmas accionarias de las petroleras coloniales que ya operan en Malvinas hagan negocios en nuestro país, amparadas por la legislación imperial, la “Ley de protección de inversiones”? ¿O no reglamentar la Ley Solanas, 26.659, la ley antiimperialista y anticolonial más importante del último medio siglo, que desarrolla una posición de defensa real, de salvaguarda del interés nacional y continental?

En política energética y Malvinas, por no seguir con otros casos igual de bochornosos, el Gobierno Nacional ha sido y sigue siendo absolutamente cómplice del imperialismo transnacional. Y ahora resulta que “La Cámpora”, “JP Descamisados” y otras organizaciones que hacen de cachorros neocoloniales salen a afichar la Ciudad increpando a Repsol/YPF, y reivindicando la soberanía argentina sobre Malvinas… Es claro, la desmemoriada estrategia kirchnerista se resume en un crónico “todo empezó ayer”. A lo que hay que responder, con patriotismo y espíritu revolucionario: ¡Memoria, verdad, justicia!

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