La actualidad nacional impone un nuevo escenario, donde cada uno debe actuar con prudencia y abocarse al diálogo.
La compleja situación que atraviesa el país requiere de una grandeza y generosidad a la que no está demasiado acostumbrada nuestra dirigencia política. La crisis que ya se torna permanente, la extrema confusión en torno al rumbo del Gobierno Nacional, la falta de confianza por parte de la sociedad y la ruptura de los consensos básicos entre las distintas fuerzas políticas imponen un nuevo escenario. Un escenario donde cada uno debe actuar con extrema prudencia y alcanzar acuerdos con todos aquellos sectores políticos y sociales dispuestos a gobernar y transformar la Argentina sobre la base de la ética pública y la defensa irrestricta de los intereses de la Nación. Es lo que se está construyendo desde los sectores nacionales, republicanos y progresistas de cara a 2015.
Pero con quienes no haya acuerdos electorales seguirá siendo fundamental sostener un fecundo diálogo institucional. Sobre todo, si se trata de espacios representativos de la sociedad civil. Hay que ir sentando las bases: quien el año próximo sea electo Presidente de la Nación no puede repetir los errores del pasado y negarse al diálogo, ni dividir aguas a priori -como ha hecho el kirchnerismo- entre puros e impuros para contribuir al desarrollo del país. Hoy, más allá de los gustos personales, las representaciones sectoriales son las que son, y de ningún modo pueden ser marginadas del tablero político; hay que comprender que debajo de esas dirigencias hay ciudadanos afectados por las conducciones que, querámoslo o no, los representan.
En las últimas semanas mucho se ha hablado sobre un hipotético acuerdo entre UNEN y el PRO. De seguro, como en todos los partidos, en la fuerza que lidera Mauricio Macri haya adherentes, activistas y dirigentes de buena voluntad que anhelan un futuro mejor para todos los argentinos. Pero eso no significa que los lineamientos programáticos y los liderazgos que anidan en el macrismo sean compatibles con la propuesta ética, republicana y nacional de UNEN. Lo cual, hay que repetir, no niega de ningún modo la apertura al diálogo, pues esa es la obligación de todo dirigente político: estar en contacto con los sectores que se apresten a ello, sin estigmatizaciones de ningún tipo.
Pero, ¿por qué sería imposible un acuerdo entre UNEN y el PRO? En términos institucionales, el PRO se ha parecido demasiado al kirchnerismo: entre 2007 y 2013, Macri vetó más de 120 (ciento veinte) leyes aprobadas por la Legislatura Porteña, muchas de ellas obra de su propio bloque. ¿Lo mismo haría como Presidente? También en transporte las políticas de Cristina y Macri son un espejo: en Nación y Ciudad continúan con las oscuras concesiones y subsidios al Grupo Roggio (Metrovías), mientras que la intermediación de Franco Macri para la compra de trenes y subtes a China termina por unir los destinos del macrismo y del kirchnerismo.
A esto se suman: el pacto con Cristóbal López, rey del juego K beneficiado por Macri; el intercambio de terrenos públicos entre ambas jurisdicciones, nacional y porteña; la disolución coordinada del Instituto Espacio para la Memoria (IEM); el voto conjunto de las fraudulentas aperturas del canje de deuda promovidas por Amado Boudou y sus amigos, hoy investigadas por la justicia. Y esto sería solo el principio de atender a políticas estructurales de saqueo y depredación de los bienes comunes que ha venido llevando a cabo el kirchnerismo. Todo lo cual no hace sino ratificar que, entre Cristina y Macri, hay un doble estándar que no podemos dejar de denunciar.
Las dirigencias del arco político verdaderamente opositor tienen una gran responsabilidad de cara al año próximo: generar las condiciones para que sea un gobierno de inspiración nacional, republicano y progresista el que en 2015 suceda a quienes hoy nos gobiernan. E igual de trascendente es tener en claro de qué modo, con qué espíritu y sensibilidad, será preciso gobernar la Argentina del futuro. Porque solo desde la ejemplaridad, la vocación de unidad nacional y el diálogo podremos emanciparnos de la degradante postración social, política y cultural a que nos han conducido quienes gobernaron el país en las últimas décadas. Ése será el gran desafío de la nueva mayoría por construir.
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