Encuadre teórico de Luis Brunati, coordinador de la comisión “Fuerzas Policiales y Política de Seguridad”, en el “2º Foro de Proyecto Sur".
Lo que hoy se describe como crisis de la seguridad, es solo una manifestación más de un sistema en crisis.
La verdad es que decimos mucho y bien poco al mismo tiempo, cuando afirmamos que una serie de factores convergentes concurren para configurar el clima de inseguridad en que vivimos, en especial rodea las grandes ciudades.
Entre las causas globales, aquellas que no afectan solo a nuestro país, se debe consignar en primer lugar la crisis del sistema laboral tradicional y la falta de mecanismos de reemplazo que permitan al ser humano de nuestros días y en especial a las nuevas generación, formas legítimas de inclusión social, cultural y económica.
Dice Jeremy Rifkin en su celebre obra “El fin del trabajo” (Paidos 1996): “Desahuciados, muchos no tendrán otra alternativa para sobrevivir, que caer en una economía irregular. Algunos llevarán a cabo trabajos ocasionales a cambio de comida y alojamiento. Otros caerán en el crimen menor. El tráfico de droga y la prostitución continuaran incrementándose, a medida que millones de seres humanos, abandonados por una sociedad que ya no los necesita o que no aprecia su trabajo, intentarán mejora su destino en la vida. Sus peticiones de ayuda en gran parte serán ignoradas, mientras los gobiernos llenan sus bolsillos y cambian sus prioridades de gastos de la creación de empleo y subsidios, al refuerzo de las estructuras policiales y la construcción de mas prisiones.”
En este sentido, si la distribución de los beneficios de la primera revolución industrial hizo necesaria la jornada de ocho horas, el sábado ingles, la vacaciones y otros beneficios, la actual la fenomenal envergadura y bastedad de revolución tecnológica de nuestros días, haría necesaria una jornada laboral inferior a 1 hora, para socializar los beneficios generados por la capacidad creadora del cerebro humano.
Es indudable que el fenómeno de la “falta de trabajo”, unido a la exhibición publicitaria, centralmente a través de la TV y el cine de los estándares de calidad de vida y confort alcanzado por los sectores incluidos, coloca al ser humano ante una tensión sin precedentes. Quien tiene dinero goza, el no tiene sufre y ante quien no se resigna a la injusta situación, se abre el camino de la violación.
Nuestra problemática. En nuestro caso y en especial en el marco de la responsabilidad asumida por esta comisión “Fuerzas Policiales y Política de Seguridad”, resulta muy difícil dejar afuera problemas tales como la crisis de bipartidismo en argentina, la fenomenal e injusta distribución del ingreso en nuestro medio, la clientelización de la pobreza, la corrupción judicial y los intrincados mecanismos que la vinculan con la corrupción política, la falta de metas existenciales claras, entre muchas otras cuestiones. Deberíamos sin embargo, pasar a un análisis más especifico.
En ese sentido diría que, muchos de los factores que amenazan a la sociedad en su conjunto, se descargan en forma especifica en el área que nos hemos propuesto y de ahí el titulo, algo provocativo de este encuadre: “La inteligencia está hecha”
Salvo honrosísimas excepciones, que siempre las hay, las fuerzas de seguridad, su personal, cuadros jerárquicos y organización institucional, están insertadas, como todos nosotros en la crisis que el bipardismo.
No hay juego de salón, competencia ni deporte alguno en el cual sea posible cambiar las reglas del partido que se está por jugar. Tampoco sería fácil imponer a todos los contrincantes un reglamento acordado por los dos equipos más poderosos y menos aún que mansamente se acepte que el último “campeón” sea a su vez; arbitro del campeonato. Las modificaciones de reglamento suelen ser eventos excepcionales, producto de prolongados acuerdos y estudios minuciosos, pero sin embargo en la “seria” arena de la política y en especial de nuestro modo de hacer política; sucede exactamente lo contrario: nunca hubo dos partidos con el mismo reglamento.
Parece un chiste, pero lamentablemente es parte de la realidad. La banca, o sea el oficialismo de esta timba tragicómica y su principal partenaire, PJ y UCR, inventan e imponen con complicidad de la justicia las reglas más “convenientes” para el match que viene, a fin de asegurarse resultados. Cambios de fecha, modificaciones instrumentales, alteraciones substanciales y hasta acuerdos con respecto a lo que se va a poner en disputa, son moneda corriente.
Podría hablar del pacto de Olivos 1 (Menem PJ – Alfonsín UCR) o el pacto del pacto de Olivos 2, (nuevamente PJ – UCR), instrumentado en diciembre de 2009, o sea 24 horas antes de que el kirchnerismo perdiese la mayoría en el Congreso, impulsa el “bipartidismo forzado por ley”, a través de la llamada “Reforma Política”, pero basta con decir que en este venturoso cuarto de siglo en democracia, no ha habido nunca dos elecciones con las mismas reglas de juego.
Luego de intentar garantizar la impunidad de su retirada, la más cruel y corrupta de las dictaduras fue paradójicamente, la que convocó las elecciones más “imparciales”. Ya en “democracia” desde 1983 hasta la actualidad se introdujeron un total de 56 modificaciones de diversa índole y envergadura a las leyes 23.476, 24.094, 24.444, 25.610 25.858, 25.983 y 26.215 que regulan el ejercicio de los derechos del ciudadano de elegir a sus representantes. En otras palabras, no hubo un solo acto electoral para el cual, quien manejaba los comicios se resistiese a la tentación de manipular las reglas de juego en su favor con sentido de aplicación inmediata y en beneficio del bipartidismo. La clase política en representación de la voluntad popular, defiende sus intereses de clase.
Desde esta perspectiva y desde esta falta de apego a la ley creo que sería conveniente analizar que no solo respecto del delito común la inteligencia ya está hecha y todo aquello que no tributa por los canales legales y las cajas de Afip o Arba, de algún modo también “aportan” a través de las ventanillas de circuito ilegal. Así como desarmaderos, el juego clandestino, la venta de drogas y la prostitución (por nombrar solo algunos) encuentran lugar donde tributar, no es menos cierto que el trafico de influencia, la corrupción política, los negocios ilegales de guante blanco, encuentran su correlato en el obsceno costos de las campañas electorales, el enriquecimiento en la función pública, la compraventa de conciencias y la degradación del sistema judicial, también por nombrar solo algunos de los ilícitos generados al amparo de un poder sustentado por un bipardismo agotado y sin capacidad, voluntad política ni credibilidad social para ensayar salida alguna.
En política como en la vida se puede hacer cualquier cosa, menos escapar a las consecuencias de las cosas que se hacen. El problema de la seguridad en lo relativo al área especifica de esta comisión, como me animo a decir en todas las demás, es un problema político y a mi juicio debe ser abordado como tal, admitiendo que es mucho, lo técnicamente posible de proponer y realizar, dentro de un marco político adecuado, como indudablemente inútil todo lo que se realice fuera de él.
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