La totalización del relato se ha convertido en fantasía política, género que superaría a la comedia si no fuera porque es demasiado real.
Comenzó enunciando los elogios del Banco Mundial a la reducción de la pobreza en el país; añadió cifras de la ONU y la FAO (Food and Agriculture Organization) sobre gasto público y financiamiento productivo para el campo. Añadió apuntes en torno a inversión en infraestructura en los últimos años -54 mil millones- y la capacidad agropecuaria de la Argentina (producimos alimentos para 400 millones de personas). Llegó a referirse al “encarecimiento de la tierra” y celebró la extensión de la frontera de la soja, estimando entre 53 y 55 millones de toneladas la producción de este año. Así, la economía vuela, según CFK. Y la sociedad argentina está feliz como nunca: dijo que somos los mayores consumidores de gaseosas del mundo, 131 litros por habitante al año.
Lo que se deduce del discurso de la presidenta el pasado sábado ante la Asamblea Legislativa es que vive en otro país: la inflación no existe, o a lo sumo es responsabilidad exclusiva de los sectores concentrados y oligopólicos; tampoco la corrupción, ni la degradación institucional que supone haber perdido capacidades soberanas (CIADI, etc.), ni las fundadas sospechas sobre el vicepresidente de la Nación; las mafias, la necesaria relación entre los poderes del Estado y el crecimiento exponencial del delito organizado y el narcotráfico durante la “década ganada” serían un alucinación opositora; lo mismo que la depredación de la tierra y el contrabando agravado de nuestros recursos y bienes naturales, la pobreza estructural y la indigencia (que crecen con cada punto de inflación), todo un espejismo desestabilizador.
En ningún momento CFK abandonó la política verbal del “goce” (de la autoafirmación identitaria), lo cual indica que la miopía ya es ceguera, más allá de los aditamentos sobre la “unidad” y la necesidad de una nueva “concertación” entre partidos, lo que, por cierto, levantó algunos aplausos de los legisladores del PRO, embriagados también por la idea de convertir la protesta social en un tema penal o de seguridad interior. Lo bueno que le pasa al país -no estar en una situación similar a la de 2001- serían logros únicamente kirchneristas. Por eso, las dificultades que cada día padece gran parte de nuestro Pueblo, la miseria y la desesperanza, están fuera de agenda.
Los argumentos sobre la política energética no tuvieron desperdicio: la presidenta celebró las privatizaciones de los años 90 porque en ese momento, dijo, fueron beneficiosas para las arcas locales. La provincialización de los recursos del subsuelo, todo un tema de Estado que condiciona nuestro futuro como Nación, fue aceptado por Kirchner porque generó utilidades a Santa Cruz. Toda una jugada de estadista del rentismo y la inmediatez. Inconcebible argumentar sobre la base de la renta en una cuestión tan delicada, ya demostrado el fracaso de estas dos décadas en materia energética. La defensa de la secesión petrolera y las privatizaciones se combinó en el discurso con cifras sobre un mayor acceso a la energía, el (fraudulento) acuerdo con Repsol y el proyecto de explotación no convencional de petróleo y gas en Vaca Muerta. Ni una palabra sobre la necesidad de transformar la matriz energética en sentido estratégico.
La presidenta habló de “picos de demanda” (no hubo referencia a los cortes de diciembre y enero pasados, al estado calamitoso de la red de distribución) y se refirió a la “falacia” del autoabastecimiento, pues, según ella, cuando el país se autoabastecía “no había nada que enchufar”, y ahora el contexto es otro. ¿Sabrá que la política de inversión de YPF en energía duró casi un siglo?
Momentos de gran ligereza política tuvieron lugar cuando se refirió a los docentes, a los jubilados, y a las políticas educativas como hitos del gobierno. Tendríamos salud y educación de otro mundo. Hoy, 20 hospitales nacionales transplantan órganos, en 2001 eran menos. Tenemos 45 camas cada 10.000 habitantes, más que EE.UU. Hay más becas y aulas digitales móviles. Ni palabra sobre las paritarias y el conflicto docente que se viene. Los jubilados han tenido un 300 % de aumento desde 2003, pasando de 690 a 2757 pesos. Asignaciones familiares, política de vivienda, netbooks para todos y todas, plan progresar… Meros números o enunciados que no dicen nada ni se condicen con la realidad -la única verdad- cotidiana. El estado de los hospitales se ve todos los días, lo mismo en educación (según el informe PISA de diciembre de 2013, estamos peor que hace unos años); de la juventud dirán que volvió a la política, y de los jubilados que son… “caranchos”. Ya sabemos.
El gobierno ha invertido más de 1200 millones de dólares en el sistema ferroviario. No hubo palabras para las víctimas de Once, Castelar y tantas otras. Ni siquiera un balance crítico de la gestión ferroviaria, con los nefastos Jaime y Schiavi como antecedentes. Ahora tendremos trenes chinos, sin licitación y con Franco Macri en el medio. Reconociendo los déficit de sustitución de importaciones señaló: “así es como el mundo reparte el trabajo”: frase sin desperdicio, que pone a la luz el proyecto neocolonial y de dependencia que ha impulsado el kirchnerismo durante su década de gobierno. La Argentina como tierra de sacrificio (monocultivo, megaminería, ahora fracking), reprimarización de la economía y extractivismo masivo. Eso sí, "avanzamos" en ciencia y tecnología: producimos satélites y radares, e incluso los exportamos, pero las fronteras del país no tienen ningún sistema de monitoreo y son un auténtico colador para el narcotráfico, mientras las pistas clandestinas una realidad que no se puede obviar. Hay más servicios audiovisuales, dijo Cristina, pero la manipulación partidista de los medios públicos se profundiza. Inconcebible semejante cinismo.
La integración de las FFAA a la sociedad (no sabemos lo que quiso decir…), y el hecho que las mujeres tengan un mejor posicionamiento en dichas fuerzas no nos hace olvidar la oscura figura de Milani. Quizá esta cuestión refleje como pocas la hipocresía y la impostura del kirchnerismo. Agreguemos que la única y esperpéntica propuesta en materia cultural fue la inauguración del Centro Cultural del Bicentenario, denominado "Néstor Kirchner". Lo indudable es que el discurso de Cristina Fernández de Kirchner es un síntoma complejo de descifrar, pero políticamente claro; por lo pronto, vemos que la obstinación por recortar la realidad y adecuarla a la prédica del goce y el narcisismo poco tiene que ver con la racionalidad política, con la mirada crítica y el diagnóstico que provienen de escuchar atentamente a la ciudadanía y, sobre todo, ponerse en el lugar del otro. ¿Cuál sería, si no, la virtud del político capaz de afrontar las grandes cuestiones nacionales?
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