Mientras Proyecto Sur propone una alternativa emancipadora al bipartidismo, los socialistas equivocan el rumbo y abogan por un frente liderado por los radicales.
Ante la propuesta del precandidato presidencial por el Movimiento Proyecto Sur, Fernando “Pino” Solanas, de conformar un gran espacio alternativo al bipartidismo, Roy Cortina -presidente del socialismo porteño- señaló en estos días que no es intención de su partido promover “un frente de exquisitos”. Según Cortina, Solanas “tiene otra visión de la realidad” pues frente a “la acumulación de las crisis del 90 y el modelo kirchnerista, hay que sumar esfuerzos, inteligencia y racionalidad para sacar a la Argentina de la situación en que está”. El diputado socialista concluye, en ese sentido, que su espacio busca “generar una alternativa no testimonial y es necesario conformar un frente desde el radicalismo hasta los partidos de izquierda”.
En principio habría que preguntarse, ante las reflexiones de Cortina, quiénes son los “exquisitos”: ¿hablará en términos morales o culinarios? Pues con tal caracterización el diputado sólo se desvía del debate: ¿es lícito constituir otra Alianza comandada por el radicalismo y con varios furgones de cola? El dirigente socialista manifestó compartir ideas “no con cualquier UCR, sino con la liderada por Alfonsín”: ahora bien, ¿qué tiene de particular el bueno de Alfonsín hijo? No cabe duda de que se trata de una buena y honorable persona. Sin embargo, la estructura, el aparato radical, sus gobernadores y su núcleo duro no dejan de ser los continuadores del menemismo y han estado, en muchos casos, de rodillas ante el kirchnerismo sin la menor crítica de fondo al modelo vigente.
Cortina parece desconocer que en política lo central no es sólo la bondad de una persona, sino, sobre todo, el proyecto estratégico y la ética de la construcción. El Acuerdo Cívico y Social (ACyS) es, en ese sentido, un elemento esquizofrénico. Atravesado de complicidades con las peores prácticas del kirchnerismo, los “radicales K” y los cobistas (ex K) siguen existiendo, y no hay duda de que son prácticamente lo mismo que el PJ. Los gobernadores Brizuela del Moral, Saiz, Colombi y Zamora tienen buenas o excelentes relaciones con el oficialismo. Es normal. ¿Qué ha dicho Ricardo Alfonsín sobre petróleo y minería, sobre el modelo sojero y el desmonte, sobre deuda pública, sobre transporte? Nada, aunque por arte de magia ha empezado a hablar del sistema ferroviario. ¿Qué ha dicho el precandidato radical sobre el modelo neocolonial, depredador, contaminante, extractivista, agro-minero-exportador? El senador Luis Juez dio en el blanco al decir que los radicales no pueden gobernar porque son incapaces de hacer autocrítica.
La mentada “crisis de los años 90” (aquí Cortina omite hablar del gobierno de Alfonsín y de la Alianza), crisis que encontró su corolario en la debacle de 2001, fue en gran medida producto de las políticas temerarias y antisociales accionadas por el radicalismo en sus dos mandatos. ¿Quién ha olvidado que el gobierno de De la Rúa repuso a Cavallo en Economía, se fue con casi cuarenta muertos y sumó 50 mil millones de dólares a nuestra deuda pública? ¿Volverá Machinea si Alfonsín es presidente? De seguro, el aparato tradicional emergerá del infierno al segundo día de un hipotético gobierno neoalfonsinista. Las ideas de Cortina parecen emular a las de Sabbatella: atender sólo a la cáscara progresista de una estructura que responde a intereses inconfesables y que no está dispuesto a salvaguardar los intereses de la nación, sino a continuar la entrega.
Las últimas declaraciones de Sabbatella merecen una mínima digresión: al diseccionar al PJ entre CFK y “todo lo demás” (en esto usa la misma estrategia que Horacio Verbitsky y Página/12) el diputado oculta con raudo cinismo la verdadera naturaleza del kircherismo, que tiene su eje en el PJ más duro y reaccionario: Scioli, Gioja, Capitanich, Closs, Insfrán, Urtubey, Alperovich y los “barones” del conurbano son, en esencia, el riñón del kirchnerismo. Son el modelo de la desnutrición infantil, el desmonte, la sojización, la persecución de los Pueblos Originarios, la minería contaminante o la represión policial.
Desde el radicalismo también salieron al cruce. Esta vez, con un tono de alto contenido demagógico, el diputado alfonsinista Juan Pedro Tunessi dijo que Solanas tiene “un discurso injusto y agresivo con el radicalismo, una visión antigua (sic.) de la realidad”. ¿Será algo “antiguo” la Ley de Glaciares, o proponer la construcción de un sistema ferroviario que integre a las provincias y dinamice las economías regionales? ¿Estarán “pasados de moda” los fallos en torno a la deuda pública? ¿Será un “anacronismo” defender la Naturaleza, el agua, la tierra y el aire, y pretender que nuestras riquezas naturales estén en manos públicas, o que se cree un nuevo ente para el comercio exterior de granos? ¿Será “lo nuevo” la soja, la minería a cielo abierto, pagar deuda ilegítima o comprar trenes a China? Bueno, quizá el diputado radical anteponga los dictados de la revista Vogue al interés nacional. Nunca se sabe.
Pero Tunessi fue más allá: rayano al delirio, sostuvo que el líder de Proyecto Sur debe explicar “algunas posiciones cercanas al gobierno nacional”. La falsedad de lo dicho no tiene desperdicio. Pues el modelo de desarrollo que propone Alfonsín, más allá del vacuo institucionalismo que profesa, es en líneas generales el mismo que el sostenido por el oficialismo. La diferencia está en que Alfonsín hará campaña sobre la base de una sola idea: “hay que ser previsibles”. Ya anunciamos graves maridajes PJ/UCR: reforma política y apertura del canje; pero más grave aún es la adscripción de la UCR al modelo sojero, a la depredación minera, petrolera, pesquera y a la extranjerización de la tierra.
Porque el que calla otorga. Y los radicales, en estos años, han ocultado a voluntad los grandes temas de los que depende el progreso estratégico de la Argentina.
Cortina y Tunessi deberían saber que una fuerza política es “testimonial” cuando carece de proyecto, cuando sólo pretende gobernar para ocupar un espacio de poder sin más. En ese sentido, la UCR y el PJ son los alumnos más excelsos de lo testimonial. Omitiendo cumplir con la fuente última del poder, es decir, con el Pueblo, con la ciudadanía, en las últimas décadas el bipartidismo sólo ha administrado el Estado en su beneficio. En eso han sido absolutamente fieles a la esencia de la corrupción política, al fetichismo del poder: el representante corrompido es aquél que, siendo por mor de la función pública “representante” o “delegado”, se convierte en esquilmador y parásito en virtud de sus propios intereses. ¿Qué más decir de los responsables de la degradación de nuestro país? Ninguna opción política emancipadora, ética y con un proyecto estratégico puede ser hegemonizado por las élites tradicionales de la “vieja política”. Nos hallamos en un momento extraordinario para dar el salto cualitativo que nuestro país necesita.
La tarea de la hora es reemplazar al bipartidismo, como ha ocurrido en Brasil, Bolivia o Uruguay. Nuestros compañeros y amigos socialistas y del GEN deberían pensar en ello.
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