La directora y productora Lita Stantic presentó en la Casa Rodolfo Walsh su película "Un Muro de Silencio", enmarcándola en sus vivencias durante la última dictadura militar.
En el marco del ciclo “Cine con Directores”, el pasado jueves Lita Stantic presentó en la Casa Rodolfo Walsh su película “Un Muro de Silencio”. En la casa cultural situada en el barrio de Palermo, la directora y productora se refirió a la película en el contexto de sus vivencias personales durante la última dictadura militar Argentina. Respecto de su entorno familiar, señaló: “el padre de mi hija vivió esa situación de llamar por teléfono y presentarse en el bar”, haciendo referencia a una escena de la película donde el marido de la protagonista, militante de la izquierda peronista, es secuestrado por los militares y enviado a centro clandestino de detención: “A mí no me secuestraron, pero yo viví ese momento; creo que me aparté a tiempo, con la vuelta de Perón y el suceso de Ezeiza decidí alejarme”.
La película se estrenó en el año 93, una época caracterizada -según la autora- “por el rechazo a temáticas que tuvieran que ver con la última dictadura militar” El final de la película, cuenta Lita, tiene que ver con eso: “nosotros filmamos en el 92, cuando Menem vuelve a ganar diputados y senadores. Y con esa bronca que nos generó, salió la frase final de ´todos sabían´”. Según sus palabras, realizó la filmación “muy acompañada y con un equipo muy sólido, viví bien el momento de la filmación a pesar de recrear ciertas cosas que me pasaron en lo personal”. Y añadió: “la filmación se convirtió finalmente en un refugio. Había un cierto de rechazo en la gente a este tipo de temática. A pesar de eso la vieron 50 mil espectadores”.
Lo interesante de la película es que muestra el clima histórico de los primeros años de la década del 90: pocas madres en la plaza, una negación muy contundente de la memoria, la verdad y la justicia. Durante la proyección, desde público se destacó “la sutileza del decir lo no dicho”. Asimismo, se remarcó el hecho de que “cuando pasan historias de este tipo, uno cree que puede volver a renacer si se olvida de todo. Pero es imposible. Es imposible sin asumir la historia de uno, es enfermante querer borrar el pasado.”
Una de las espectadoras le preguntó a Lita si la película no era también una “crítica a las leyes de obediencia de vida y punto final”, lasa dos leyes que se plantearon como proyectos de olvido. Otro calificó a la película en su carácter “transhistórico”, en tanto hubo en Argentina un intento de terminar con la memoria de manera definitiva: “y eso de querer que se termine la cuestión es lo transhistórico, que atraviesa la historia nacional. No se llega a la figura tan perfecta del desaparecido, pero tenés una figura histórica de la desaparición de la historia. Cuando Videla dice que no están ni vivos ni muertos, sino desaparecidos, refiere a esto, al olvido. Y la última dictadura militar fue la perfección de una manera quirúrgica a la cuestión de olvidar.
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