La mayor coincidencia entre el kirchnerismo y massismo es compartir esa contradicción principal entre el sentir (peronista) y un pensar (moderno).
Recién ahora Sergio Massa hizo su primera declaración con algún contenido de política importante. Fue cuando presentó al Frente Renovador con el que va a competir en las elecciones, señalando que es un equipo de “corazón peronista y cerebro modernista”. Luego puntualizó que sus diferencias con Cristina son solamente: “Irán, la Corte, las reelecciones indefinidas, la reforma constitucional y la Justicia”. Al mismo tiempo Darío Giustozzi, quien lo secunda en la lista, señaló que: “estamos frente a un fin de mandato y no de ciclo político”; o sea diciendo que se tiene que ir Cristina solamente, el grueso de la política continúa.
A pesar de exiguas, estas definiciones nos dejan muy en claro que el posicionamiento que llevará adelante Massa será el de manejar astutamente la ambigüedad de no ser K, ni tampoco muy anti K. Un tercerismo, tan inentendible como esa famosa frase: “Ni una cosa, ni la otra; sino todo lo contrario”. Los grandes medios también lo ayudarán a Massa a manejar el arte de la contradicción de estar contra Cristina, pero sin sacar los pies del plato.
¿Y cuál es el plato del que no hay que sacar los pies?. El límite del plato es el siguiente: se puede cuestionar al gerente que administra al modelo; pero nunca al modelo, ni a sus dueños. Hoy Cristina es la gerente desgastada y cuestionada, entonces hay que reemplazarla. Ayer fue Menem o De la Rúa o la dictadura. Pero el modelo al servicio de los grandes intereses económicos extranjeros y de la corrupción debe preservarse.
El principal problema es que este modelo está a punto de chocar nuevamente y llevar a una nueva crisis a la Argentina. No cierra el dólar, ni los salarios, ni la inflación, ni la balanza energética, ni las tarifas, ni el precio al productor, ni al consumidor, ni la generación de empleo, ni las cuentas del presupuesto nacional, ni de las provincias; ni la integración regional, ni el Mercosur, etc, etc.
En vez de distraernos en analizar funambulescos equilibrios polítiqueros, se debería plantear el debate acerca de cómo salimos de la trampa del dólar, sin caer en la receta de una devaluación, crisis, ajuste y más pobreza. Ni tampoco en el dudoso e inmoral blanqueo que se ha dispuesto para beneficiar a aquellos que fugaron los u$s 100.000 millones en la última década.
Pero para ello hay que pensar en grande y en profundo, y revisar las políticas que recurrentemente nos llevan al desastre. Y lamentablemente en el Frente Renovador piensan igual que Cristina respecto a los grandes ejes de la política económica. Piensan igual del modelo agro exportador sojero, con la brutal consecuencia de un interior vacio y megaciudades cada vez más conflictivas; del modelo de megamineria contaminante; del modelo petrolero al servicio de los Rockefeller-Chevron y del fracking; del modelo del endeudamiento, de fuga de capitales y falta de defensa del ahorro nacional; de la usura y voracidad del sistema financiero; del modelo de dependencia de China y de importación de maquinaria relegando la reindustrialización del país; de la injusticia tributaria de castigar al que trabaja y produce, etc.
Es que en el fondo, la mayor coincidencia entre el kirchnerismo y massismo es compartir esa contradicción principal entre el sentir (peronista) y un pensar (moderno). Ese desorden disociativo entre el sentir y el pensar, puede causar graves trastornos en lo personal como el trastorno de la despersonalización, pero también tiene un profundo significado y consecuencias en lo político. La alianza entre un peronismo que pone los votos y la contención social; para que los grandes grupos hagan sus negocios, es una formula conocida y fracasada de la pérdida de identidad y personalidad del peronismo como movimiento nacional y popular. Un sentir que alcanza a brindar solamente contención social y no inclusión social (educación y trabajo) para los 700.000 jóvenes argentinos que no estudian ni trabajan. Pero un “pensar” que no alcanza a una mirada estratégica para que Argentina sepa usar sus riquezas en beneficio de todos; y solo se conforma con hacer posible que los grandes negocios de los de afuera (y los de ellos) puedan prosperar.
Por ello todo ello, a mi criterio: el Massismo, es más de lo mismo; un peronismo que reniega de su identidad.
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