La inminente necesidad de crear una comisión que trabaje proyectos específicos sobre Geopolítica y Geoestrategia para repensar el modelo productivo argentino del siglo XXI.
La idea de una Comisión o un Programa con Proyectos específicos sobre Geopolítica y Geoestrategia en la Argentina surge de la necesidad y del deber ante el bicentenario 1810-2010 y 1816-2016 de repensar y debatir en torno al modelo productivo y a la inserción independiente de la Argentina del siglo XXI, en el mundo.
Esta necesidad se potencia por dos debilidades mayores que padece nuestra Nación: 1. la casi nula reflexión de los intelectuales, políticos y ciudadanos y sus organizaciones sobre este tema; 2. las amenazas de una profundización de la extranjerización y del saqueo pasado y presente y una mayor pérdida de soberanía nacional en el resto del siglo, incrementando así los niveles de exclusión y pobreza.
La Argentina cuenta con los tres elementos constitutivos sobre los que se basa la geoestrategia: 1. Un espacio-territorio (un país continente mediano-grande) ubicado octavo (8º) en la clasificación mundial; 2. Una población importante (40 millones) ubicada en el puesto treinta y dos (32º); 3. Un sistema político-económico-cultural para ejercer el gobierno con un PBI (PPA) que lo ubica en el lugar veintitrés (23º) en el ranking mundial.
En primer lugar, el territorio ha sido saqueado en el siglo XX por las empresas transnacionales en lo referente al suelo, al agua de diferentes maneras y en diferentes sectores como: la pesca, la minería, la industria estratégica (militar y civil), la agricultura y la ganadería, el petróleo y el gas, etc. En segundo lugar, la población es escasa para la extensión territorial de la Argentina pero habría que considerar que será de 54 millones en el año 2050. En tercer lugar, la mayor debilidad se encuentra en la calidad institucional del sistema político-económico-cultural con problemas de corrupción y falta de pensamiento estratégico y geoestrategia. El Estado se encuentra desorganizado, sin capacidad de gestión e intervención social y económica. Las organizaciones empresarias y sindicales carecen de pensamiento geoestratégico y no logran crear herramientas políticas alternativas. El sistema de partidos parecería potencialmente el único capaz de reordenar el Estado y conducir la economía y la sociedad hacia mayores niveles de integración, inclusión e igualdad pero por ahora no se avizoran los cambios.
El Sistema Político-Económico-Cultural Argentino se encuentra cooptado por intereses minoritarios pertenecientes a otros países y regiones del mundo en diferentes temas y de maneras diversas (deuda externa, dependencia tecnológica, dependencia militar, comercio de drogas y de armas, sistema aéreo satelital, medios de comunicación, extranjerización de sectores económicos estratégicos y no estratégicos, otros).
El marco teórico debe estar integrado por los conceptos de Pensamiento Estratégico, Geopolítica y Geoestrategia.
El pensamiento estratégico puede definirse como la capacidad del ser humano de percibir -fundamentalmente para el mediano y largo plazo-, las influencias del entorno en términos de totalidades para analizar, comprender y accionar, a diferencia del pensamiento tradicional que sólo percibe partes de éste y de manera inconexa y estática.
La Geoestrategia es la gestión estratégica de los intereses y objetivos geopolíticos.
En el ámbito internacional, los Objetivos Nacionales en contraposición a los de otros Estados, se convierten en Objetivos Geopolíticos. Estos necesitan de una gestión para ser alcanzados. Esa gestión es el campo de acción de la Geoestrategia.
La Geoestrategia desarrollará y proveerá los escenarios y las propuestas al Estadista y al Gobierno que lo guiarán para definir los Objetivos Geopolíticos. La Geopolítica se construye para las necesidades del futuro y su mayor aporte consistirá en predecirlo.
El término Geopolítica, en un mundo globalizado, no sólo se emplea para denominar las grandes estrategias en el campo militar sino que forma parte de una concepción más amplia e integral, que comprende orgánicamente los niveles económico, político, y cultural, con una visión global-mundial o regional del planeta.
Los bienes naturales comunes (suelo, agua, bosques, fuentes energéticas, biodiversidad, aire) se encuentran amenazados por un proceso de agotamiento y contaminación originados en un modelo productivo mundial dominado por las transnacionales del petróleo y del automotor.
Entre todas las especies que pueblan el planeta, la especie humana ocupa una posición excepcional: ella sola asegura su sobrevivencia por una actividad consciente, según proyectos, valores, una organización, una lógica que su historia inventa y modifica sin cesar. La crisis ecológica actual es el resultado de la lógica económica-social dominante en el siglo XX: el capitalismo (si bien en algunos lugares del mundo la demografía pudo jugar un papel importante). La misma se adjudica importantes logros. Sin embargo, esos logros no sólo dejaron en la miseria a la gran mayoría de la población del mundo, sino que además amenazan hoy la sobrevivencia de la humanidad, de toda la naturaleza y de todas las formas de vida sobre el planeta. Esta lógica dominante es la que los ecologistas llaman la lógica productivista. Esta lógica tiene una organización económico-social predominante que es el capitalismo pero también fue aplicada en diferentes experiencias socialistas. Las empresas transnacionales son los principales agentes del productivismo a escala mundial.
En estos últimos sesenta años el capitalismo dominante y hegemónico logró a través de “modelos de producción y consumo productivistas y consumistas” incrementar -a través de la mayor emisión de gases de efecto invernadero- el calentamiento global del planeta y provocar una crisis ambiental sin precedentes.
La búsqueda de ventajas geopolíticas motivó la conducta internacional de las potencias europeas desde el siglo XV hasta comienzos del siglo XX. La puja interimperial marcó buena parte de la historia política y militar de los últimos siglos.
La guerra por los recursos naturales ya se ha instalado como un tema de sumo interés a nivel internacional, regional e, incluso, nacional, se lee en una parte del plan de acción que elaboró el Ejército Argentino para los próximos 20 años.
Cada día tiene mayor importancia la guerra por los bienes naturales comunes. “Quien no los tenga los va a venir a buscar; es una amenaza latente”, explicó el general Gustavo Schurlein, uno de los difusores en Córdoba del Plan Ejército Argentino 2025 (PEA-2025).
Los recursos hídricos, el gas, el petróleo y los minerales son, según la teoría plasmada en el proyecto de defensa nacional, objetivos en riesgo que pueden demandar de una acción militar para evitar que sean arrasados por incursiones extranjeras, a nivel de Estado o privadas.
Son conocidas las denuncias de gobiernos y entidades ecologistas de todo el mundo contra las administraciones estadounidenses, por alentar posibles guerras con el propósito de adueñarse de los bienes naturales comunes de Brasil (Amazonas).
El Acuífero Guaraní, es una de las reservas de agua dulce más grandes del mundo que comparten Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay. Eso no es todo: se cree que el Acuífero Guaraní -con una superficie aproximada de 1.194.000 kilómetros cuadrados- podría esconder el mayor curso de agua subterráneo del planeta.
La disputa por la obtención de agua, como es por estos días la del petróleo, podría derivar en un futuro no muy lejano en contiendas bélicas, según la óptica de los responsables de la Defensa argentina. No es para menos: el Acuífero Guaraní tiene una capacidad como para abastecer a la población mundial.
Durante casi toda la historia la invasión y el control territorial constituyeron el foco de los conflictos políticos y militares. Los imperativos territoriales han sido el principal motivo de los comportamientos violentos de los Estados-Naciones.
En esa competencia, la situación geográfica sigue siendo el punto de partida para la definición de las prioridades externas de los Estados-Naciones y el tamaño del territorio nacional sigue siendo también uno de los principales indicadores de estatus y de poder.
Los Estados Unidos pujan por mantener su permanente superioridad Militar y Económica con el objetivo de controlar los Bienes Naturales Comunes renovables y no renovables, pues al tener el control de los mismos, aseguran su abastecimiento y el control de los competidores. Las guerras de Irak y Afganistán son fiel testimonio de sus objetivos imperiales.
Hoy existe un botín capaz de desencadenar un enfrentamiento a gran escala entre Estados Unidos, Rusia y China, las inmensas reservas energéticas aún sin explotar en el golfo Pérsico y la cuenca del mar Caspio.
Los Estados-Naciones siguen siendo las unidades básicas del sistema mundial. La competencia basada en la territorialidad sigue dominando los asuntos mundiales, por más que actualmente sus formas tiendan a pasar más por la diplomacia y por las leyes del mercado. Las elites nacionales gobernantes han ido reconociendo (particularmente Japón y Europa) que existen factores diferentes a los territoriales que son cruciales en la determinación de la posición internacional de un Estado. Los logros industriales y su traducción en innovación tecnológica pueden ser también criterios claves en la determinación del poder. Japón, Alemania y Corea del Sur son el máximo ejemplo.
En este momento y a poco de cumplir los 200 años de la Independencia Nacional (2016) la Argentina necesita formular y ejecutar una geoestrategia integrada y a largo plazo para todo el planeta poniendo énfasis en la necesidad de la integración regional con aliados estratégicos como Brasil y Venezuela para defender los bienes naturales comunes, el espacio aéreo, el mar territorial, los bosques, el agua, el suelo, el petróleo y el gas, el oro y los minerales estratégicos ligados a la industria electrónica y militar, entre otros bienes.
POR admin