EN RECUERDO DE PINO SOLANAS Por José Raúl Heredia Al recordar de manera entrañable a Fernando “Pino” Solanas, en el día en que hubiese cumplido 87 años, hay que subrayar su dimensión humana y sus compromisos militantes. “Soy un cineasta que hago política”, me dijo una vez; cómo no enfatizar en estos […]
EN RECUERDO DE PINO SOLANAS
Por José Raúl Heredia
Al recordar de manera entrañable a Fernando “Pino” Solanas, en el día en que hubiese cumplido 87 años, hay que subrayar su dimensión humana y sus compromisos militantes. “Soy un cineasta que hago política”, me dijo una vez; cómo no enfatizar en estos tiempos que él transformó el cine político: se aprendió peronismo con sus películas, que se exhibían en garajes cuando mandaban los fusiladores de la Patria. Y cómo no insistir en que él marcó el camino del compromiso social sin renuncios.
Se memoran ahora los cuarenta años de “democracia”; la escribo entre comillas porque no cabe aferrarse a la palabra sin examinar sus contenidos. Es que ¿es posible hablar de democracia sin soberanía política?; ¿de democracia sin independencia económica?; ¿de democracia sin justicia social? Los compromisos históricos del Movimiento Nacional que abrazó el enorme Pino se han ido desdibujando y hasta archivando. Decía Pino tiempo atrás:
…la economía argentina se sigue tuteando con la descapitalización y no se vislumbra que sea posible efectivizar la acumulación necesaria para que Argentina se recupere de sus crisis. Todo lo contrario.
¿Qué decir de la cuestión social? Continúa, con la exclusión a través de los altos índices de desocupación, pobreza, marginalidad, con el 40% de los trabajadores desempeñándose en "negro", es decir sin jubilaciones, obras sociales, con salarios de subsistencia y sin protección legal.
En síntesis, Argentina sigue sin pertenecerse y la mayoría de su pueblo careciendo de derechos sociales…
Nos decía también desde su visión estratégica: “La ausencia de un pensamiento nacional coadyuva a la desorientación, desinformación y pasividad de la ciudadanía, que rechaza a los políticos por considerarlos responsables de la frustración individual y colectiva. Claro está, los medios de comunicación también son ‘partícipes necesarios’ de tal situación”.
Los medios están hoy en manos de grandes corporaciones multinacionales ligadas al capital financiero usurario, son parte de la corporatocracia y trabajan sin pausa para incrementar su poder y su capacidad para penetrar en la sociedad a fin de colonizarla en niveles mayores aun a los que conocíamos. Y sus “periodistas”, con muy pocas excepciones, son en realidad secuaces pagados para propalar el discurso de la dependencia y de la subordinación, instilando odio, miedo y desazón.
Pino, como siempre, indicó el sendero de salida apelando a la Historia; alzó su voz en el Senado de la Nación y espetó:
Cuando tenía veintiún años era secretario privado del creador de Gas del Estado, el ingeniero Julio V. Canessa. Les estoy hablando de mayo de 1958. Fue el primer presidente de Gas del Estado cuando Perón funda Gas del Estado en el año 47. Once años después, Frondizi lo nombra presidente de Gas del Estado y yo fui uno de los tres secretarios. Julio V. Canessa fue discípulo de Mosconi y fue el primer director de la destilería de San Lorenzo. Era un hombre de un rigor absoluto que nos decía: “Todo podemos hacer –¡todo!–, solo es cuestión de tiempo y de organización”.
(…)
Vengo del tronco nacional, vengo de FORJA, vengo del peronismo del 45, vengo del abrazo de Perón con Balbín. No queremos un país unificado, tonto. Queremos un país plural, con diferencias, pero con respeto, diálogo, democracia y ética pública. Es sagrado. Lo que es del pueblo es sagrado…
Pino se inscribe en el pensamiento nacional, en una posición nacional que al decir de Arturo Jauretche es una línea política que obliga a pensar y dirigir el destino del país en vinculación directa con los intereses de las masas populares, la afirmación de nuestra independencia política en el orden internacional y la aspiración de una realización económica sin sujeción a intereses imperiales dominantes. Esta posición no es una doctrina, sino el abecé, el planteo elemental y mínimo que requiere la realización de una nacionalidad, es decir, la afirmación de su ser.
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