Recuperar y proteger los recursos naturales es central para nuestra autonomía política y económica, pero también lo es defender las Islas.
Quisiera hacer algunos comentarios sobre la columna publicada por la senadora Norma Morandini en esta sección, el 31 de enero.
Comparto la posición acerca de que la soberanía empieza por recuperar los recursos naturales.
Pero no coincido en absoluto con tener que optar entre una cosa o la otra.
Es falaz el planteo: “¿el oro o las Malvinas? ¿Dónde debe flamear nuestra bandera?” Por el contrario, son desafíos que van de la mano: es Famatina y es Malvinas.
A su vez, algunos conceptos de la senadora son inexactos e inducen a reafirmar un error político grave: que la cuestión Malvinas está caída y que quienes la levantan son militaristas o trasnochados nacionalistas.
El terreno de disputa no es el militar, como pretenden los ingleses, sino cultural, político, diplomático, económico y también jurídico . Por ello los planteos tienen que ser precisos. En la columna hay una frase con errores conceptuales: “Paradójicamente, la derrota en las Malvinas nos devolvió la democracia. A los isleños, el reconocimiento a la autodeterminación y a Inglaterra, una base militar con misiles que nos apuntan y el petróleo que se aprestan a extraer algunas de las mismas empresas asociadas a las transnacionales que sacan el oro de nuestras montañas.” ¿Quién, cómo, cuándo y dónde reconoció que se puede aplicar el principio de autodeterminación en el caso Malvinas? Porque esta es la cuestión jurídica clave . No puede aplicarse dicho principio a una población cuya composición es ínfimamente nativa o descendiente; a una población que actualmente (de acuerdo a documento oficial británico) proviene de 62 países distintos y que en definitiva ha sido trasplantada deliberadamente en todos los años de usurpación.
También cabe aclarar que la base militar inglesa de Malvinas, la más importante de la OTAN en el hemisferio Sur, fue adquiriendo esa dimensión no luego de la guerra del 82, sino después de firmados y estando vigentes los Acuerdos de Paz con el Reino Unido de 1990. Y que la explotación petrolera comenzó luego que Menem firmara un nefasto convenio, que fuera bien derogado en el 2007 por Néstor Kirchner. Pero que tampoco este último hizo nada efectivo cuando la Unión Europea incorporó en su Constitución a las Malvinas y el territorio antártico británico como territorios de ultramar europeo .
En definitiva, tenemos que hacernos cargo de los errores cometidos antes, durante y después de la guerra de 1982.
En democracia, Malvinas debe ser una política de Estado.
Una política integral, sin doble discurso y también sin derrotismo. Malvinas es una cuestión estratégica para el futuro de todos los argentinos y los sudamericanos , donde están en juego con la proyección a la Antártida más de 5.000.000 de km2, con recursos naturales de todo tipo.
Malvinas es fundamentalmente el desafío de saber qué somos los argentinos: un pueblo que con dignidad lucha por lo que es suyo y por recuperar lo que le usurparon o una sociedad resignada y derrotista.
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