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Solanas: "Para dirigir hay que tener coraje"

El cineasta presentó la copia restaurada de "Sur",película con la que ganó como mejor director en 1988.

Solanas en Cannes.

Pino Solanas le debe al Festival de Cannes haber podido exiliarse en Francia durante la dictadura: el prestigio que se ganó con La hora de los hornos, en 1969 le abrió las puertas en 1976. Desde entonces volvió varias veces, cuatro de ellas estrenando películas. Ahora trajo la copia restaurada de Sur y lo recibieron con honores. “Demasiados", dice: tantas actividades protocolares hicieron que sólo pudiera ver una película: Love, de Gaspar Noé, su ex asistente de dirección.

¿Te gustó?
No hay que juzgar a las películas por si a uno le gustaron o no.
¿Qué hay que juzgar, entonces?
Más allá de que coincidan con tu sensibilidad o tu historia, tenés que darte cuenta de si detrás hay un tipo que tiene una mirada y coraje.
¿Para dirigir hay que tener coraje?
Sí, por supuesto. Vos estás al frente de un grupo; todo depende de vos. Dicen “che, qué feliz que es, se fue a filmar". Y no es así: el cineasta no es el escritor, que escribe cuando quiere. En cine a las 7 hay citación, a las 8 se larga y se tiene que terminar a tal hora porque hay un plan que seguir a rajatabla. Es angustiante.
La principal angustia es ¿va a funcionar todo hoy? ¿Voy a funcionar yo, mis actores? El grado de incertidumbre y de imprevistos posibles es enorme. Hay veces en que baja él ángel y querés llorar de emoción porque lograste lo que soñaste. Y a veces no te sale nada.
¿Ibas mucho a las proyecciones cuando venías a Cannes?
No, porque venía por pocos días. Y tampoco me gusta ver muchas películas por día. A las malas no las soporto, son una agresión. Me voy de la sala. Y a las buenas hay que quedarse rumiándolas.
0 sea que la vida festivalera de cinco películas diarias no va con vos.
No. No sé cómo hacen los críticos; no sé si se quedarán hasta el final en todas las películas.
Para los directores, ¿un festival consiste más en relaciones públicas que en cine en sí mismo?
Cuando uno trae una película es así. Yo ahora vine con una vieja, ya vista y todo, y no he tenido tiempo de nada. Lo bueno de los festivales es que son un punto de encuentro con amigos.
¿Se siente algo especial al caminar por la alfombra roja?
Es un momento de emoción, de impacto. Pero nunca sabés qué hacer..No vas solo, va el equipo, entonces cualquier actitud tímida está respaldada por todo el grupo.
¿Los premios son caprichosos?
Las películas no son buenas ni malas porque reciban premios. Si tenés veinte en competencia, por lo menos la mitad tienen calidad para ser premiadas. Y eso depende del jurado. ¿Cuál es mejor: la comida francesa, la italiana, la hindú o la mexicana? Depende del paladar.
Es un problema cultural también.
Todas tienen millones de códigos que no entendés si no sos de ese país. Se comenten injusticias. Formé parte de varios jurados: te vas reuniendo y dejando películas de lado. En la última reunión quedan seis o siete para cinco premios.
Y ahí se reparte armónicamente.
Cada uno trata de conseguir el voto de otro jurado, y se negocia.
¿Para qué sirven los festivales, además de para hacer negocios?
Para los autores. El cine de autor necesita de un gran festival que le dé impulso. Sin los festivales, estás muerto. A partir de un festival podés conseguir un distribuidor que ponga unas monedas y lance tu película.
Sos más reconocido como cineasta en Francia que en la Argentina?
Sí, por supuesto. En Francia e Italia.
¿Eso responde a cuestiones políticas o estéticas?
Estéticas no, porque sería ridículo.
Son mezquindades. No hay mundo más mezquino que el del cine

Además de Sur, que se proyectó en la sección Cannes Classics, Pino Solanas restauró en alta definición otras siete películas, que se editaron en Francia en un pack de cuatro dvd: La hora de los hornos, Los hijos de Fierro, El exilio de Gardel, El viaje, La nube, Memoria de saqueo y La dignidad de los nadies.
"A todas les hice mis toques", dice el director. "Cuando hizo la edición completa de sus obras, Borges retocó muchos de sus poemas. El pintor chileno Roberto Mata contaba que, al comienzo de los años '50, fue al museo de los impresionistas en París, y vio que alguien estaba con una paleta y un pincel y se había arrimado a un cuadro de Bonardi. Mata salió corriendo a buscar al guardia a decirle que había un loco atentando contra una obra, y el guardia le dijo 'no, es Bonardr.

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