Por Agustina López Oribe (Poryecto Sur CABA - Los Pinitos). El padre de una de las víctimas de la Tragedia de Once, quien reflexiona sobre la justicia, los funcionarios corruptos y el fallo en primera instancia leído ayer en Comodoro Py.
Tragedia de Once: Entrevista a Juan Frumento
Juan Frumento no quería ningún tipo de arreglo previo y solo reclamaba que los responsables de la tragedia de Once, que lleva 4 años ya, pagaran con una condena que fuera ejemplificadora. Así fue como eligió ser representado por el abogado Leonardo Menghini, hermano de Paolo y tío de Lucas, la última víctima fatal encontrada en el tren. De las cuatro querellas presentadas, según Frumento, la de Menghini era la que mejor fijaba el objetivo de impartir justicia.
Paradójicamente, al primer familiar que conoció Juan Frumento fue a Leonardo Menghini, mientras hacían la fila en la morgue de Chacarita aquella fatídica noche del 22 de febrero de 2012.
Juan pasó todo el día recorriendo hospitales buscando a su hijo de 32 años, Leonel, que trabajaba en el barrio de Once y viajaba en el tren Sarmiento todos los días desde Morón. Leonel era padre de Nashib, un bebé de 1 año. Lo que más lamenta Juan es no poder ver a su hijo fallecido criar a su nieto, que ahora tiene 5 años.
El día de la tragedia Juan acompañó a su hijo a la estación. En ese recorrido, como muchas veces antes, Leonel se quejaba de lo mal que se viajaba, de lo apretados que iban los pasajeros todas las mañanas y de las carencias que prestaba el servicio.
Leonel iba en el primer vagón, costumbre que tenían muchos pasajeros para poder descender más rápido y evitar el tumulto para salir de la estación.
Al momento que estaba enterrando a su hijo, Juan revela que le pidió a Dios que los culpables de esta desgracia fueran sentenciados y que les sean alcanzadas todas las penas de la justicia. En ese momento estaba desesperado y tuvo la necesidad de elaborar algo que compensara un poco la pérdida y lo que pudo hacer fue “una maldición pero no hacia las personas, sino hacia las herramientas de las que se valen algunos para beneficiarse dejando de lado la moral y la convivencia entre las personas. Fue una maldición hacia la impunidad y la corrupción”.
A todos los actos y lugares de convocatoria fue con una remera regalada por una vecina con la inscripción al dorso “maldita impunidad”. Por ser tan elocuente la frase, jamás nadie le preguntó nada, pero la lleva a modo de petición frente al gran sufrimiento.
¿Esperabas el fallo de ayer?
Nada compensa la vida de una persona. La rueda de la justicia en este país es bastante penosa y moverla cuesta mucho. Desde el Estado mismo se promueve la violencia, el incumplimiento de las leyes, la moral se bastardea. Entonces, fue muy grande la lucha que emprendimos para que actúe la justicia y fuimos bastante beneficiados porque los jueces actuaron sin presión. Si hubiese estado el kirchnerismo en funciones, iba a haber aprietes a los fiscales y a los jueces. Que ya no estén ayudo un poco. Por otro lado, las sentencias son flojas. Seguramente, después de que quede fija la sentencia, habrá que esperar pocos años más y los vamos a volver a ver por la calle.
Por otra parte, el fallo se dictó en tiempo récord para la justicia (casi 4 años) porque hubo mucha presión de nuestra parte, teníamos conocimiento de otras causas anteriores, nos expusimos mucho. Yo fui el primero en decir que la cara visible de la corrupción es la muerte, que luego se abrevió en la frase “la corrupción mata”.
Es la primera vez que la justicia reconoce responsabilidad tanto de funcionarios públicos como de los privados, ¿creés que es la punta del iceberg para destrabar tantos delitos de corrupción que han habido?
Si, el gobierno actual va a tener que seguir trabajando leyes que condenen fuertemente a quienes no cumplan con sus funciones.
Es un comienzo para que la responsabilidad de los que ocupan la función pública quede manifiesta; que no es solamente engordar los bolsillos.
Esto va a servir de ejemplo para los que vienen atrás. No se puede desde el Estado y desde los contratos que benefician a empresarios perjudicar a la sociedad de esta forma tan lastimosa. Porque la muerte de esta gente fue dramática. Estuvieron 3, 4 horas adentro de los vagones, algunos falleciendo ahogados, aplastados. Eso fue una tortura. Es gente sin escrúpulos. La justicia no puede seguir adormecida.
Paolo Menghini dijo que la lucha termina el día en que queden firmes las sentencias, ¿es así para vos?
Para mí, en este país tiene que haber una recomposición de lo que son los derechos humanos. Lo mismo que se hizo para los genocidas de la última dictadura militar, hay que aplicar ese “Nunca Más” a todos estos hechos de corrupción que ocurrieron en estos años de democracia. Tiene que ser una lucha constante, de todos los días. Además, hay que profundizar los valores morales. De esta manera, tal vez, lleguemos a un “Nunca Más”. Hay que desarrollar más las virtudes que tiene este sistema democrático para poder convivir más armoniosamente.
De los siete absueltos, ¿considerás que alguno de ellos merece estar condenado?
Seguramente va a haber apelaciones de ambos lados. Muchos de los imputados siguen afirmando que no tuvieron ninguna responsabilidad, pero la contundencia de las pruebas, la enorme cantidad de testimonios, compromete a la totalidad de los imputados. Creo que la conciencia de la justicia está más abierta a las demandas de la sociedad.
Hay que tener en cuenta que más allá de los fallecidos, hay una enorme cantidad de sobrevivientes a los que les cambió la vida radicalmente. Muchos son jóvenes que tuvieron que dejar sus trabajos y su actividades.
Esas personas quedaron fuera del sistema, lesionados física y psíquicamente. Mutilados, con varias operaciones. Necesitan ser reconocidos aunque sea con alguna indemnización. Los que arreglaron un resarcimiento económico fue con la promesa de no reclamar nada, de desistir de la iniciación de un juicio.
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