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EL 17 DE OCTUBRE DEL ‘45 - "EL SUBSUELO DE LA PATRIA SUBLEVADO"

EL 17 DE OCTUBRE DEL ‘45 EL SUBSUELO DE LA PATRIA SUBLEVADO -por JOSÉ RAÚL HEREDIA …amar a la Patria no es amar sus campos y casas, sino amar a nuestros hermanos… …Sobre la hermandad de los que trabajan ha de levantarse en esta hermosa tierra la unidad de todos los argentinos.  PERÓN   Corría […]

EL 17 DE OCTUBRE DEL ‘45

EL SUBSUELO DE LA PATRIA SUBLEVADO

-por JOSÉ RAÚL HEREDIA

…amar a la Patria no es amar sus

campos y casas, sino amar a nuestros hermanos...

…Sobre la hermandad de los que trabajan

ha de levantarse en esta hermosa tierra

la unidad de todos los argentinos.

 PERÓN

 

Corría el mes de octubre de 1945. El sol caía a plomo sobre la Plaza de Mayo, cuando inesperadamente enormes columnas de obreros comenzaron a llegar. Venían con su traje de fajina, porque acudían directamente desde sus fábricas y talleres. (…) Frente a mis ojos desfilaban rostros atezados, brazos membrudos, torsos fornidos, con las greñas al aire y las vestiduras escasas cubiertas de pringues, de resto de brea, de grasas y de aceites. Llegaban cantando y vociferando unidos en una sola fe (…) Un pujante palpitar sacudía la entraña de la ciudad (…) Era el subsuelo de la patria sublevado. Era el cimiento básico de la nación que asomaba, como asoman las épocas pretéritas de la tierra en la conmoción del terremoto (…) Éramos briznas de multitud y el alma de todos nos redimía. Presentía que la historia estaba pasando junto a nosotros y nos acariciaba suavemente como la brisa fresca del río. Lo que yo había soñado e intuido durante muchos años, estaba allí, presente, corpóreo, tenso, multifacetado, pero único en el espíritu conjunto. Eran los hombres que están solos y esperan que iniciaban sus tareas de reivindicación. El espíritu de la tierra estaba presente como nunca creí verlo. (Raúl Scalabrini Ortiz).

Muchas veces he asistido a reuniones de trabajadores. Siempre he sentido una enorme satisfacción; pero desde hoy sentiré un verdadero orgullo de argentino porque interpreto este movimiento colectivo como el renacimiento de una conciencia de los trabajadores, que es lo único que puede hacer grande e inmortal a la Nación. [Perón, 17 de OCTUBRE DE 1945].

Félix Luna escribió El 45, libro en el que reconstruyó “la insólita y apasionante experiencia política que derivó en la clausura del tradicional régimen de partidos y abrió paso a una nueva perspectiva histórica”, según sus editores.

En este 17 de octubre de 2024 asistimos a la puja entre dirigentes por encumbrarse en posiciones partidarias de cara a las elecciones de medio término de 2025, especialmente en la Provincia de Buenos Aires, sin mayor comprensión de uno de los postulados mayores de la causa peronista que nunca fue causa de sectarios ni de excluyentes. Una interna que podría jugar a favor de los libertarios, esto es, de los enemigos de la Patria.

Hay que recordar que Perón desconfió de la partidocracia: los partidos tradicionales pertenecían a la “partidocracia liberal”. Protagonizaron los bochornosos hechos que se llamaron “la década infame” por los escándalos múltiples: estafa a la voluntad popular en los comicios, corrupción en las prórrogas a los contratos de empresas imperialistas (como el de la Compañía. Argentina de Electricidad, que pagó a cada diputado nacional para votar la prórroga hasta el año 2000), el asesinato del Senador Bordabehere en el recinto de la alta Cámara por la mano de un agente del Ministro de Agricultura, el estanciero Luis Duhau. Al fraude de Justo, sucedió el triunfo, por la fuerza, del Dr. Roberto Ortiz, abogado de los ferrocarriles ingleses, a quien sucedió el Vicepresidente Dr. Ramón Castillo, conservador catamarqueño. La Argentina era presionada por las grandes potencias europeas, que estaban viviendo la Segunda Guerra Mundial, para inclinarla a favor de sus intereses respectivos. La vieja oligarquía argentina era anglófila y rupturista: deseaba entrar a la guerra para ayudar a sus amigas Gran Bretaña y Francia [Jorge Abelardo Ramos].

El peronismo debía ser otra cosa porque venía a realizar una Revolución. Como igualmente destacó Ramos, había militares patriotas, intelectuales solitarios y desconocidos revolucionarios que rehusaban apoyar a los explotadores del país en nombre de una «democracia» que los argentinos habían dejado de conocer hacía muchos años.

Viene muy a propósito recordar ese contexto histórico en estos momentos del más penoso tiempo político y del gobierno más cruelmente anti patria que hemos conocido desde 1983, que llaman “democracia”, comparable con aquellos episodios de los años ’30 - 40 del siglo XX.

A Herminio Iglesias se lo recuerda por la quema del cajón en los prolegómenos de la elección de 1983, pero se ignora su participación en el 17 de Octubre de 1945, se ignoran sus luchas en la resistencia que le dejaron marcas en su cuerpo y en su espíritu: fue apresado en reiteradas oportunidades por peronista, torturado en el Penal de Las Heras durante el régimen fusilador encabezado por Aramburu. Él alertó tempranamente: “Alfonsín viene de un partidito y quiere ser un Movimiento (por el Movimiento de Renovación y Cambio); nosotros venimos de un Movimiento (por el Movimiento Nacional Justicialista) y queremos ser un partidito”. Y, en verdad, el peronismo se fue achicando especialmente desde el “menemato”; el PJ se convirtió en un sello burocrático —pejotismo le llamó Pino Solanas— hasta hacerle perder la dimensión de masas y con ello toda capacidad revolucionaria.

El radicalismo no solo siguió siendo un partidito sino que hay muchos radicales hoy que pueden identificarse con aquellos de la “concordancia” en plena década infame, con los radicales de la Unión Democrática conducida por Braden, con los que armaban y colocaban bombas para matar obreros —atentado de la Plaza de Mayo del 15 de abril de 1953— como Roque Carranza [luego  Ministro de Alfonsín], con los que se sentaron en la Constituyente en 1957 con el pueblo proscripto y fusilado, con los que ocuparon cargos en la “Fusiladora”, con los bombarderos de Plaza de Mayo en junio de 1955, como Zavala Ortiz [luego canciller de Illia].

El peronismo —pejotismo— ha hecho lo suyo alejándose sus dirigentes de la doctrina y de la acción. El menemato fue anti peronismo por su entreguismo y, éste, el peronismo, ya no pudo volver a sus genuinas fuentes. Se llenó después de ideologías y de filosofías más bien socialdemócratas, algunos de sus “conductores” se sintieron más cercanos a los partidos progresistas europeos —todos los cuales fracasaron—, se pensó en un nuevo Movimiento transversal sin preservar la unidad de conducción y de doctrina. Otros, se adscribieron al neoliberalismo y adoptaron una visión unipolar del mundo, conveniente para los yanquis, pero no para nosotros.

Los símbolos fundacionales y el adoctrinamiento se dejaron de lado. Hay que observar el tiempo, entre 1990 y 2015, 25 años: aunque se rescaten los gobiernos de 2003 a 2015, a las nuevas generaciones el peronismo les quedó muy lejos.

Están también quienes en verdad ya deberían ser afiliados al PRO-MACRISMO, como los que se llaman peronismo de Córdoba; referentes notables del menemato hoy integran el gobierno, en el Congreso hay “peronistas” de “lealtades sucesivas”, tenemos a algún oportunista “converso” [“ha cambiado de ideología o de corriente”] —que se pasea por el país con la intención de quedarse con el peronismo, desvirtuando la doctrina y confundiendo a jóvenes que no la conocen—y gobernadores como el de Tucumán, el de Catamarca o el “pituquito” del Panal en Córdoba, que mandan a votar todo lo que se le antoja al presidente, en contra del pueblo y de la Patria. Esto, nunca puede ser peronismo.

El peronismo solo puede ser pueblo, como fue pueblo Eva Perón: ella no aprendió el dolor de los humildes, de los desposeídos de la Patria en libros y en universidades —observación que no significa despreciar a estos ni negar sus decisivos aportes—. Pero el pueblo de Juan Perón y de Eva Perón, en primer lugar, ha sido y debe ser la suma espiritual y hermanada de los oprimidos, de los más humildes, de los que poco o nada tienen, máxime en estos momentos.

Ocurrió el vaticinio de Perón: “Nosotros seremos responsables ante la historia si habiéndose presentado esta oportunidad brillante de resolver nuestros problemas no lo hiciéramos por incomprensión, por venalidad o por cobardía: en fin, por no haber sabido estar a la altura de las circunstancias”. Esto vale de un modo muy específico para el estrepitoso fracaso del Frente de Todos como gestión de gobierno, que es mucho más que el fracaso de un presidente, es el fracaso de una concepción del poder sin conciencia nacional, en tanto ella está archivada y reemplazada por el no hacer como política o la política del no hacer, la preocupación por caer bien a los poderosos, por no “molestar” a los enemigos del pueblo y de la Patria —como los acreedores buitres y el FMI o las grandes corporaciones, entre estas las mediáticas o el Partido Judicial—.

Volver a Perón es el mandato de la hora: “Estamos formando una conciencia social con base en los tres postulados de nuestra justicia social: en lo ético [Nota: y esto supone que hay que desterrar para siempre la corrupción estructural y generalizada], en primer término, la elevación y difusión de la cultura social entre las masas argentinas; en segundo lugar, la dignificación del trabajo; y, en tercer lugar, la humanización del capital”.

“…la libertad, señores, se defiende en el campo, en el taller, en la calle, en la casa y en todas partes; porque no se puede aceptar que uno sea libre en su casa mientras es esclavo en el taller, en la fábrica, en la calle o en otro lugar. Es necesario que los obreros comprendan esto. Deben seguir adelante con su organización y defenderla. La libertad individual es base de la libertad colectiva”.

No contamos con la columna vertebral, el Movimiento Obrero organizado; las dirigencias gremiales, muy predispuestas a negociar con el poder de turno, en su beneficio personal, se han alejado por esto de las grandes causas nacionales. Ciertamente, son horas para repensar las relaciones laborales y las luchas sindicales por la evolución que ha devenido tras los cambios tecnológicos y culturales aparejados. Sin olvidar las tradiciones de las luchas gremiales y los señalamientos contenidos en los programas como el de La Falda (1957), Huerta Grande (1962) o el del 1 de mayo de 1968. Parecen muy antiguos, pero lucen su lozanía y claridad que los hacen vigentes.

Y no hay que cesar en el imperativo de escuchar a Perón frente a un Estado que se quiere ausente en todo menos para reprimir cualquier manifestación en defensa de los intereses estratégicos de la Patria:

“Todos los trabajadores deben luchar por una sola causa: la causa de su clase y de su gremio. Y pueden estar seguros de que si ustedes no luchan por eso no habrá nadie que lo haga en lugar de ustedes…los exhorto a que vayan fortaleciendo los sindicatos en la forma más amplia posible, que formen organismos que no puedan ser aprovechados por nadie y que representen la voluntad de cada gremio, sin interferencias extrañas de ninguna naturaleza”.

En estas horas en que cualquiera critica a quienes critican, aduciendo que nadie tiene “el peronómetro”, hay que decirles: “Yo tengo el peronómetro, se llama Juan Domingo Perón”.

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