Decadentes y repetitivas, las usinas del estáblishment (del kirchnerismo) continúan su campaña contra Proyecto Sur.
El pasado domingo, desde los medios oficialistas varios comunicadores volvieron a cargar las tintas contra el diputado y precandidato presidencial Fernando “Pino” Solanas y contra el Movimiento Proyecto Sur. Contradictorios y erráticos, los sujetos en cuestión no alcanzaron sino a corear, bajo el signo de un rancio posibilismo, los “argumentos” y sofismas que el kirchnerismo viene instalando desde hace algún tiempo para desacreditar el programa político de la fuerza que lidera Solanas. Se trata de un discurso sumamente malicioso y perverso cuyo objetivo es domesticar y neutralizar cualquier posibilidad real de transformación para nuestro país.
Desde Tiempo Argentino, el intelectual orgánico K José Pablo Feinmann señalaba que la política argentina tiene límites infranqueables, y que esos límites son los que encuentra el Gobierno Nacional en su gestión. El “filósofo”, que en sus programas divaga sobre el neocolonialismo, Marx, Adorno y Heidegger, piensa que “no hay mucho más que hacer”: que “el gobierno de CFK es lo mejor que podemos tener” y que criticarlo o no plegarse a él es ser funcional a la derecha. Pues bien, así es como Feinmann arguye, de manera indirecta, que en nuestro país es inviable reparar la pobreza y la indigencia, mejorar el transporte, recuperar la renta minera e hidrocarburífera, auditar la deuda pública, limitar la extranjerización de la tierra y de nuestros recursos pesqueros, entre otras cuestiones. “Se puede hacer una política independiente apoyando a un gobierno que es sin duda lo mejor que podemos tener”, concluye.
Acto seguido, apuntando a Proyecto Sur, JPF advierte: “En este país la izquierda nunca entendió que la realidad ofrece resistencias, y que se pueden hacer ciertas cosas y otras no. Más o menos eso están entendiendo los gobiernos populistas y populares de América Latina. El de Correa es interesante por lo que pasó, por el coraje que tuvo el tipo. Lo de Evo, bueno...” Increíble: ¿sabrá Feinmann que Correa investigó la deuda pública ecuatoriana y que Evo nacionalizó los hidrocarburos? Ambas medidas están en el programa de Proyecto Sur. ¿Qué es lo que, entonces, “están entendiendo los gobiernos populares” que es imposible realizar? ¿Qué es lo que “no se puede hacer” en nuestro país teniendo 52 mil millones de dólares en el Banco Central? ¿No se pueden invertir 2 o 3 mil de esos millones en reparar la vida de los oprimidos por la indigencia y la desnutrición? ¿No se pueden destinar 5 mil millones para reconstruir los ferrocarriles, y otro tanto para relanzar una petrolera estatal? Sectores conservadores votaron por la creación de una bicameral que investigue la deuda: ¿es eso inadmisible para el oficialismo? Es claro que, para JPF, “lo que no ofrece resistencia” es utilizar 20.000 millones dólares para reabrir el canje y pagarle deuda odiosa al Club de París.
Parece ser que el intelectual K desconoce, pues jamás se ha referido a ello, que entre el 6 y el 12 % (es decir, entre 750 mil y un millón y medio) de nuestros niños está en riesgo severo de desnutrición; que la devastación que produce la megaminería a cielo abierto con cianuro es irreversible y criminal; que la ley de glaciares sufre un escandaloso amparo el feudo de los Gioja; que la depredación de nuestros bosques, promovida por los gobernadores de Salta y Chaco, y la represión de la comunidad Qom en Formosa salen del riñón del kirchnerismo; que en la adulteración y tráfico de medicamentos para cáncer, hemofilia y sida tuvo una activa participación el recaudador de los fondos de campaña de CFK; que el 75% de los jóvenes argentinos de entre 18 y 29 años está en negro, desocupado o terciarizado (“con la muerte de Néstor la juventud explotó”, dice Feinmann; vaya desatino); que nuestro transporte, gestionado por mafias y patotas, está en un estado calamitoso; que la presidente tiene la intención, si ya no lo hizo, de adquirir material ferroviario a China por 10.000 millones de dólares, y que en esa operación el grupo Macri recibirá 400 millones de comisión; que la deuda del Club de París la contrajo la dictadura y que no se ha tocado la ley financiera de Martínez de Hoz; que en la reciente suba de los combustibles tiene responsabilidad directa la inoperancia del Ejecutivo… ¿Habrá que apoyar este “modelo”, que hace garabatos progresistas pero tiene como asidero orgánico a los “barones” del conurbano, al PJ, a los bancos, a la predadora Barrick Gold y a las exportadoras del agro?
Es preciso aclarar, además, pues aquí JPF se equivoca otra vez, que el Movimiento Proyecto Sur no sólo echa raíces en las izquierdas; también, y de manera fundamental, en las mejores tradiciones nacionales y populares, en FORJA, en el peronismo y la Constitución del 49, que en su Art. 40 declara: “Los minerales, las caídas de agua, los yacimientos de petróleo, de carbón y de gas, y las demás fuentes naturales de energía, con excepción de los vegetales, son propiedad imprescriptibles e inalienables de la Nación.” Proyecto Sur es una nueva síntesis emancipadora. Una fuerza que, no obstante su reciente creación, emerge del subsuelo de nuestra historia y condena, como hiciera Scalabrini Ortiz en Política Británica en el Río de la Plata, la ocupación de nuestra patria por las transnacionales neocoloniales y las élites locales que destruyen y marginan el trabajo, la cultura y la producción argentinos.
También el periódico oficialista Miradas al sur presentó, el pasado domingo, un presunto “Debate” que, bajo el rótulo “A la izquierda de qué y de quién”, tenía como objeto descalificar a Proyecto Sur. Varios artículos de exigua estatura ética e intelectual dictaban lo ya sabido: criticar al gobierno, según D. Cecchini, es abonar “el campo de la derecha, de los grupos económicos concentrados, de los monopolios mediáticos y de sus voceros políticos”. Habría que preguntarle al autor si la Barrick Gold, Repsol, la British Petroleum, el Barclays, el Citibank y empresarios como López o Esquenazi, todos de relaciones carnales con el kirchnerismo, no son los verdaderos “poderes concentrados”. Por su parte, el director de la publicación, Eduardo Anguita, apuntaba que Proyecto Sur suele mezclar “argumentos sensibles a cualquier militante popular -como los ferrocarriles, el petróleo, la minería- con discursos efectistas para provocar bronca contra el gobierno”.
Según Anguita, el sector liderado por Solanas practica “una mezcla de ingenuidad y oportunismo”. Como se ve, estas objeciones nada tienen que ver con el debate político ni con la discusión en torno a proyectos. Resulta difícil creer que ambos redactores no estén al tanto del proceso de vaciamiento y saqueo que, más allá de la coyuntura favorable en lo macroeconómico, continúa la lógica antinacional instaurada por el menemato y su Reforma del Estado. Y aun más arduo es creer que quienes los tachan de “ingenuos y oportunistas” desconozcan la trayectoria intachable de Fernando “Pino” Solanas y de, entre otros, Alcira Argumedo. Sólo cabría responder que Proyecto Sur, como utopía ética y política, tiene su inicio en la relación del propio Solanas con los intelectuales forjistas y con Perón, cobrando realidad definitiva años después. Y que Argumedo hace más de cuatro décadas que viene sosteniendo un proyecto intelectual y político de signo emancipador. Cuando Solanas denunciaba el remate del patrimonio público en los años 90 y sufría un atentado, ¿dónde estaba Kirchner? ¿De quién es, entonces, el “oportunismo”, el “efectismo”? Sin duda, de aquellos que se subieron al carro de la prebenda oficial. Porque una cosa es debatir ideas y otra muy distinta cultivar la obsecuencia y la hipocresía como metodología intelectual.
Lo escandaloso, lo sintomático de una pobreza intelectual rayana al delirio, es que las descalificaciones esgrimidas contra el diputado Solanas y Proyecto Sur contienen una o a lo sumo dos “ideas” que serían risibles si no fuera por el grado de cinismo, desprecio y engaño que manifiestan hacia el público. Desde luego, quienes apoyan al oficialismo están en pleno derecho de hacerlo: ahora bien, lo que no pueden hacer es tergiversar y omitir una lectura cabal y honesta de la realidad argentina. J. P. Feinmann y compañía se proclaman artífices del pensamiento crítico y citan a Michel Foucault, pero terminan mimetizados con el objeto de su crítica al convertir la realidad en un mero discurso, en un entramado espurio de signos que impiden ver la realidad en su más objetiva verdad, esto es, desde el punto de vista de las víctimas de un sistema político consustanciado con el monopolio corporativo de la misma matriz económica que desde hace ya demasiado tiempo nos condena a la dependencia, a la degradación y a la vivencia cotidiana del absurdo social.
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