Crónica de la 47ª Cumbre del Mercosur reunida en Paraná.
En estos días se despliega un fenómeno confuso ante los ojos de los paranaenses, la enorme movilización de recursos genera sentimientos que van desde el entusiasmo de sentirse parte de un hecho histórico hasta los que se sienten invadidos por un ridículo montaje publicitario. De ambas cosas y mucho más, tiene esta Cumbre de Presidentes del Mercosur, como otras muchas anteriores.
Lo cierto es que el Mercosur, como todo el proceso de integración regional, es un devenir que muta signado tanto por las tensiones internacionales como por las dinámicas internas de los países miembros.
Entonces, explicar esta complejidad nos obliga a mirar, por lo menos, doscientos años atrás, es decir, al momento de la ruptura del dominios de la corona española que, durante tres siglos había generado un enorme espacio geocultural bastante autónomo pero no exento de conflictos y que abarcaba desde dos tercios de los actuales Estado Unidos de América hasta las Islas Malvinas.
Partiendo de esa base común, debemos tener en cuenta que la invasión napoleónica a la península ibérica, determinó que Hispanoamérica no quedara libre sino librada a sus contradicciones y a las apetencias anglosajonas. Y fue la acción británica la que propició la fragmentación de la América Criolla en las actuales repúblicas con el fin de dividir para reinar. Así, los Estados separados, perdían su potencia para la realización de un proyecto histórico independiente. Y es por eso que debemos reconstruir aquella Patria Grande.
Luego de la ruptura de la unidad del mestizaje étnico-cultural, durante doscientos años, cada Estado ha tratado de ser una Nación más o menos independiente, inventándose a partir de revoluciones que nos liberaron de una metrópolis decadente solo para caer bajo el yugo de la semicolonialidad.
Entonces, no hay duda de que la reconstrucción de la Patria Grande es condición necesaria para ocupar un lugar relevante en la escena internacional, pero la unidad no es suficiente; además, hace falta sostener un proyecto colectivo propio e independiente, porque sin un proyecto emancipatorio es impensable formar como decía Bolívar: “la más grande Nación del Mundo, menos por su extensión y riquezas que por su libertad y gloria".
Actualmente, el Mercosur se nos presenta solo como una unidad burocrática sometida a los intereses de las multinacionales respaldadas por potencias extranjeras.
En este momento nuestros países están sometidos a un modelo extractivista neocolonial que arranca nuestras riquezas y destruye nuestro territorio haciendo que el antiimperialismo, declamado por algunos, resulte meramente retórico; eso sí, con distintos grados de claudicación que van desde la impotencia al cinismo. Tan solo Brasil ha logrado en las últimas décadas márgenes de autonomía pero igualmente depreda sus riquezas en favor de los mandatos cortoplacistas de las leyes del capitalismo.
En otras palabras, hace falta acordar planes y unir esfuerzos con los países hermanos para lograr la definitiva independencia y un desarrollo sustentable.
Ya hace dos décadas de funciona el Mercosur aunque imperfectamente, a lo cual debemos sumarle sus antecedentes inmediatos en los años `80 promovidos por la Comunidad Europea cuando en medio de la Guerra Fría desde París y Bonn buscaban disputarle a EE.UU. el espacio latinoamericano. Y, a partir del Tratado de Asunción (1991), en medio de las relaciones carnales con Washington, el Mercosur podía ser tanto un peldaño hacia la Iniciativa de las Américas George Bush padre, como una defensa en bloque ante la globalización, un nuevo “Zollverein”, o dicho en criollo una fuerte unión aduanera protectora del mercado interno.
Sin embargo, muchos sectores en lugar de reclamar protagonismo en el Mercosur lo negaban de plano por desconfianza a los gobiernos de turnos sin comprender que este proceso trasciende los presidentes que posan para la foto y, ahora, muchos que antes rechazaban este proceso lo aplauden de manera acrítica. Es decir, se equivocaban antes y se equivocan ahora, mientras, la mayoría de la población sigue sin saber de qué se trata o sin creer en su poder de incidencia.
Pero, sin una ciudadanía informada y comprometida no puede existir proyecto emancipatorio alguno. Entonces, la tarea es lograr que las mayorías se apropien de su destino colectivo, comprendan cuáles son sus intereses y que los defiendan.
La elección directa de los parlamentarios del Mercosur, es una muy buena noticia si mejoramos la calidad de la participación ciudadana, es decir, si democratizamos la democracia.
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